6. Y qué buena cita.

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Summer

Me encuentro visitando a Honey en su departamento, su vientre ha crecido un poco y eso hace que me emocione mucho. A mí me gustan los niños ajenos, yo no quiero tener hijos, así que, que mejor manera de disfrutar de niños ajenos que mi sobrino.

—Me preguntaba cuando tendría una visita de tu parte —me dice.

—No he tenido tanto tiempo como mi hermano dice —le digo sonriendo.

—Tu hermano ha estado tenso con lo de tu padre —me dice.

No hay que ser científico para notarlo, está terriblemente tenso y ahora mismo él está en un desayuno con mi padre. Estoy cruzando mis hermosos dedos para que no acabe tan mal.

—Ya me lo imagino —respondo.

Nos quedamos en silencio un rato, Channing está en la guardería y ella se queda sola en casa a veces, cuando trabaja por la tarde.

—Pepper le contó a Baxter que te has estado viendo con Kaleb, luego Bax se lo contó a Kerrick y finalmente él me lo ha contado a mí —me dice y no evito reír.

—Toda una secuencia en el chisme.

—Somos como una familia —ella me guiña un ojo.

Agarro una liga y agarro mi cabello en una cola alta.

—Sí, nos hemos visto unas veces —le respondo sonriendo.

—¿Y? —me alienta— ¿Te ha besado? ¿Con lengua hasta la garganta o sin lengua? ¿Dulce o con pasión?

—¡Madre santa, Honey! —exclamo y nos reímos—. No, nos besamos.

No le cuento del plan que tengo con Kaleb, sobre darle una lección a su abuela.

—¿Te gusta? —me pregunta.

—No lo sé —me encojo de hombros, aún no respondo esa pregunta—. Pero está más bueno que el pastel de carne, cielo bendito.

Ella se ríe negando con la cabeza. Honey Bennett me agrada para mi querido Kerrick.

***

Me he quedado dormida toda la tarde después de ver a Honey, mi abuela me ha llamado un par de veces para el almuerzo pero no tengo ganas de tomar crema de calabaza, la favorita de Kerrick. De hecho, el cólico que casi me desgarra el útero –claro que estoy exagerando... un poco– me tiene con la cabeza enterrada en la almohada.

—¿Diga? —murmuro cuando recibo una llamada, que ni siquiera quise ver quién la hacía.

—Hola, solecito —me responden.

Sonrío de lado y despego la cara de la almohada, sólo un poco.

—Hola, Kal —digo.

—Tengo dos entradas para el cine y buscaba una acompañante —me dice.

—Tu fiel acompañante tiene un cólico desgarrador de útero —le comunico.

—Llevo pastillas, almendras con caramelo y agua —ríe—. Paso por ti en media hora.

Me cierra la llamada y me quedo mirando la pantalla del celular unos diez segundos, incrédula. Me ha dado treinta minutos para ducharme y alistarme. Creo que ni siquiera tengo tiempo para maquillarme... y yo amo el maquillaje.

—¡Abuela, mi vestido de flores blancas y fucsias! —exclamo después de salir del baño.

—En el segundo pasillo de tu armario que parece departamento —responde con tranquilidad.

¡Enamórate, Kaleb!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora