12. No estar bien.

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Summer

Bajo del taxi y entro a mi casa, dejo a Jim libre y entro decididad a armar un escándalo para mi padre. Sus mensajes me tienen de tan mal humor que hemos tenido que regresar antes de lo previsto. Eso es lo que más me molesta, dejar a Kaleb.

—Ya estoy aquí —digo.

En la sala de estar están mi padre y un hombre que no conozco, es joven pero no tanto. Es rubio y con ojos azules, un buen rostro, pero no de mi justo gusto.

—Summer, hija —papá me sonríe y casi quiero arrancarle la cabeza.

—¿Qué es todo esto?

—Él es Selig, es el hijo de un amigo de muchos años —me lo presenta. Él me sonríe, extendiéndome la mano y la tomo con seriedad—. Hemos hecho algunos negocios juntos, creo que él es un buen partido para ti.

—Debes estar bromeando —río sin humor.

—No —responde—. Hemos arreglado un matrimonio, él será tu esposo.

Abro mi boca y frunzo el ceño, me quedo sin palabras ante este desastre que estoy presenciando.

—Un gusto al fin conocerte, Summer.

El rubio, Selig, me sonríe y no puedo devolverle el gesto.

—¿Es que tú te volviste loco? —casi grito hacia mi padre—. ¿En dónde piensas que estamos? ¡Esto no es la dinastía china, donde se arreglan matrimonios!

»¿Cómo puedes tomar decisiones como esta sin mí? ¡Tú de verdad debes estar loco! ¿Qué te hacer creer que quiero casarme con este rubio?

—¡Summer, por favor! —exclama—. No hagas estos escándalos frente a tu futuro esposo.

—¡Futuro esposo, mi trasero!

Él me mira con los ojos muy abiertos, el rubio ríe disimuladamente y estoy a punto de golpearlo a él también para que se calle. No es momento de reír.

—No voy a casarme —le digo—. Yo no estoy balbuceando, así que escucha bien, River. No voy a casarme con él.

—Pues te obligaré, pero tú no vas a ridiculizar mi apellido.

—¡Claro! —río una vez más sin una pizca de humor—. ¡Yo no puedo poner en ridículo tu apellido, pero tú sí puedes poner en ridículo mi dignidad de esta manera! ¿Quieres que la gente piense que tu hija es tan poca cosa, que tienes que comprarle un marido?

—Tú no eres poca cosa, Summer —me dice, tomando mi barbilla—. Eres una reina, por eso no puedo permitir que te unas a alguien que no me parezca suficiente.

—¿Te refieres a Kaleb? —me duele la mandíbula de tanto apretarla—. Eso no es asunto tuyo.

—Ni tuyo tampoco, porque tienes que dejar de verlo.

Selig se adentra en el círculo y mira a mi padre.

—¿Kaleb es la competencia?

No puedo evitar reír, me alejo un poco y antes de entrar a mi habitación giro, diciendo:

—Tú ni siquiera eres competencia para él.

***

Mi padre me ha arreglado un matrimonio

Envío el último mensaje a Kaleb, tuve que dejar de responder por minutos porque no podía dejar de llorar de la ira.

—¿Cuál fue el escándalo? —Kerrick entra.

¡Enamórate, Kaleb!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora