4. Búsqueda de Jim.

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Summer

Jim se remueve incómodo en mis piernas y dejo que se baje de ellas, al fin y al cabo lo tengo vigilado. A mi lado hay un viejito intentando poner en práctica sus encantos con mi abuela, pero no me deja escuchar nada... y ya estoy perdiendo en este bingo.

Me giro hacia el viejito.

—Escúcheme bien, señor —suspiro con enojo falso—. Vine aquí para jugar bingo con mi abuela en este lugar; primero se lleva a mi abuela y ahora no me deja escuchar nada y estoy perdiendo.

El señor pestañea varias veces y me giro nuevamente. Tomo más granos de maíz y voy cubriendo los números con ellos.

—Muy bien, Summer —susurro—. Vas perdiendo.

Entonces me doy cuenta de que Jim no está a la vista y me asusto. Me levanto y voy buscándolo pero no lo encuentro.

Si hubiera adoptado un gato y no un hurón, esto no me estuviera pasando, madre Teresa de Calcuta.

Voy casi jorobada buscando debajo de las mesas, pero nada. Ni siquiera me tomo la molestia de alzar la mirada cuando me estrello contra un cuerpo que definitivamente no es de mujer.

—No creo que esa sea una manera de saludar, ni aquí ni en otro país —esa voz es conocida para mí ahora.

Sonrío y lo abrazo sin ningún permiso pero fue por muy poco tiempo.

—¡Kaleb! —exclamo.

—Hola, solecito —su apodo extraño y meloso me hace reír— ¿Qué se te perdió?

—Más bien, quién —suspiro—. Jim se me acaba de perder.

Al lado una señora de la edad de mi abuela me mira con curiosidad, va del brazo con Kaleb.

—Mucho gusto —sonrío—. Soy Summer River.

—Soy la abuela de este muchacho, bonita —me dice sonriendo mientras palmea el pecho de Kaleb— ¿Quién es Jim?

—Es mi hurón.

Si antes me sonreía, ahora parece algo así como El Joker. Su mueca se extiende de manera sobrenatural.

—Oh, lástima —dice—. Pero Kaleb es un buen muchacho, él te ayudará para que encuentres a tu huroncito.

Kaleb primero mira a su abuela y luego reacciona.

—Oh, sí —asiente sonriente.

Dejamos a su abuela con la mía, para que se aleje del viejecito sin encanto que a mi abuela parecía agradarle. Kaleb y yo buscamos en medio de la gente pero nada, sólo nos queda ir al parquecillo que hay por aquí detrás de este local para jugar bingo.

—¿Cómo va todo, solecito?

—En mi vida, parece que bien —le contesto mirando el parque—. Ahora en la tuya.

—Al parecer las cosas van bien.

Seguimos caminando, hay muchas piedras en este parque. Mis tacones son un desastre aquí, así que intento disimularlo. Pero esta suerte no me quiere –así como el amor–, porque siento como tropiezo y voy cayendo.

Pero sus jodidas y varoniles manos me detienen. Veo su rostro de cerca y no soy de las que me engaño, este ser es muy atractivo. Es un deleite a la vista femenina, completamente. Kaleb es atractivo, alto, varonil.

—Ten más cuidado, solecito —sonríe.

—Ya me atrapaste —le digo—. Puedo tropezarme las veces que quiera ahora mismo porque ahora sé que no me dejarás caer.

—Muy bien dicho.

Su sonrisa hace que la mía despierte otra vez. Me pongo de pie y ahora voy de su brazo mientras buscamos a Jim, hasta que damos con él. Está en un tobogán de este parque oxidado.

—Bebé, mami estaba preocupada por ti —le digo mientras lo agarro.

—Hurón descarriado —dice Kaleb.

Me sonríe otra vez, cada vez que lo veo me agrada más.

—Lo eres, ¿no es así, Jim? —hablo de manera graciosa, pero mi pequeño bebé lo vale.

Nos sentamos en unas bancas viejas que hay en este parque que me da más pena que felicidad.

—¿Cómo va el trabajo? —pregunta.

—Mi trabajo es bueno —respondo.

»Aún así creo que tendré que dejarlo pronto, antes de que mi padre haga algo por mí.

—¿A qué te refieres?

—Mi padre es demasiado orgulloso en ese aspecto. Nunca dejaría que tenga o conserve un trabajo así, mucho menos cuando él tiene el dinero para darme todo lo que quiera y cuando quiera... sólo que eso no me importa si se trata de mi trabajo.

»Sin embargo, mi lado extraño sale a la luz cuando voy al centro comercial que le pertenece a mi familia, puedo obtener todo lo que quiera gratis.

—Son cosas que se pueden cambiar, solecito —se encoge de hombros.

Cada vez me gusta más ese apodo.

—¿Y tu mamá? —pregunta.

—Mi madre le va más al bello arte —sonrío—. Ella también canta, siempre sigue sus instintos. Siempre nos decía que equivocándose es como se aprende a vivir.n

—Y eso tiene lógica, me gusta.

Sonrío de lado y pongo un mechón de cabello detrás de mi oreja, creo que ya tengo que cortarlo. Está demasiado largo y casi siempre lo cargo lacio.

—¿Y tu padre? —pregunto.

—Sage Rowe es el mejor —sonríe con orgullo—. Siempre con nosotros, ni siquiera cuando mi madre echó a mi hermana la dejó sola.

—¿Tus hermanas?

Acaricio el pelo de Jim mientras espero su respuesta.

—Las quiero, a pesar de que tuve problemas con Anika hace poco.

»Pero son las mujeres de mi vida, con mi abuela y mi madre, aunque ella también cometió su errores. Pero puedo justificarla porque nadie nació siendo padre, la muerte de...

Se queda en silencio un momento, lo sé porque eso salió en los diarios hace un par de meses. Felicity Rowe había fallecido.

—Lamento la pérdida de tu familia.

—Gracias, solecito —responde.

Ladeo la cabeza para mirarlo, sufre y lo veo en sus ojos. No me imagino perdiendo a Kerrick, quizás me muera de tristeza o me termine suicidando. Mi hermano es todo para mí, ante mis ojos es el mejor.

—Ven aquí, Kal —me acerco, aún sentada en esta banca oxidada.

Recibe mi abrazo, Jim está entre nuestros cuerpos así que tengo cuidado de no aplastarlo. Siempre la loción de Kaleb, varonil como todo lo que le abarca.

—Qué buen abrazo —murmura.

—¡Qué sabías tú de felicidad antes de conocerme! —exclamo en broma.

Él se ríe con ganas, sus dientes son perfilados. Si los tengo así es porque tuve el tratamiento de brackets a los catorce años. Sus ojos se achican y es como una bendición a la vista.

Ay, Zeus.

—Creo que debemos ir por esas señoras —me dice.

Asiento. Nos levantamos de la banca y nos adentramos en el local, mi abuela está con la suya hablando, se sonríen cuando nos ven entrar juntos.

¿Qué tramarán estas señoras?

¡Enamórate, Kaleb!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora