45. Epílogo

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Un resplandor se iba despertando en el pecho de Alec, donde todo había sido oscuridad.
(C.  Clare)

* * *

Después de que Catarina se fuera con Asmodeus en la realidad alterna, y Simon diera su inmortalidad y sus recuerdos en Edom, donde comenzó todo, Magnus y Alec compartieron una mirada, una última mirada antes de volver al mundo de las sombras, tratando de entender que era aquello que habían visto, ¿realmente habían ellos vivido todo eso?

No pudieron evitar una sonrisa al pensar que su amor había roto las barreras del tiempo y el espacio, que incluso si Simon no hubiera intervenido, pudieron volverse a encontrar y enamorarse una vez más.

Pero fue una sonrisa que se tornó amarga a darse cuenta que de ser eso real, no sólo habían perdido a Simon sino también a Catarina, los dos se habían sacrificado por el bien de los demás, por su felicidad, una felicidad que no los incluía a ellos.

El corazón de Alec se estrujo doblemente, por su hermana que lloraba amargamente, y por Magnus que dejó caer únicamente una lágrima, pero suficiente para desgarrarlo a él, porque lo amaba, y siempre sería así.

-Los recuperaremos. A ambos. –le repitió a Magnus, una de sus manos entrelazándose con la suya, y con la otra arrastrando esa lágrima lejos. Le sonrió, o lo intentó, intentó con una sonrisa decirle cuánto lo amaba, transmitirle su apoyo incondicional, independientemente de los problemas que antes hubiera habido entre ellos, de los malos entendidos que ahora parecían pequeñeces insuficientes para mantenerlos separados-. Tú y yo, juntos.

Magnus quiso regresarle la sonrisa, se acercó a él para mantenerse juntos, desde ahora, en un beso. Pero entonces todo se movió, en un parpadeo, un remolino de sensaciones, abandonaron Edom, y regresaron al Salón de los Acuerdos, donde se mantuvieron juntos rodeados del caos de la guerra recién terminada y el llanto por todas las pérdidas, incluidas a Clary e Izzy desoladas por el sacrificio de Simon.

No pudieron preguntarse en voz alta qué es lo que había sucedido, no en Edom, sino en aquella realidad mundana, donde se amaron siendo alumno y profesor. Necesitaban buscar a Catarina, asegurarse que estaba bien, buscar a Tessa y a Jem, ver si ellos sabían algo…

Pero no hubo tiempo. Pronto se vieron separados, de nuevo, puestos en cuarentena cada uno de los que habían estado en Edom, incomunicados incluso entre ellos…

* * *

Volvieron a verse en la Sala del Consejo, donde se tomaron aquellas decisiones con las que ninguno de los dos estaban de acuerdo. Donde no hubo tiempo de cruzar palabras ni miradas.

Después Magnus lo buscó, encontrando un momento para ellos dos, deteniendo el mundo para continuar su historia.

Alec estaba en el tejado, su mirada azul perdida, mientras pensaba en lo vivido en ambas realidades, porque aparentemente sólo él y Magnus recordaban la segunda… ¿y cómo podían estar conectadas?

Se sorprendió, sólo un poco, cuando sintió a Magnus a su lado. Cargando una libreta que no intentó ocultar.

-Supongo que lo vivido en la otra realidad, no altero esta –le dijo Alec con una media sonrisa torcida-. Profesor…

Magnus rió suavemente. –Del Gran Brujo de Brooklyn a profesor… ¿lo recuerdas también entonces?

-Lo hago –contestó Alec, girándose un poco para mirarlo-. ¿Es verdad?

-Eso creo –los ojos de gato de Magnus brillando con un poco de duda.

-Sabes que lo haremos juntos, ¿cierto? –le preguntó Alec, quedando ya frente a su brujo, perdiéndose en esos ojos verde dorado que desde el primer momento le robaron la respiración-. No cambia nada lo que ha pasado, te amo.

Mi inmortalidad por tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora