Capítulo VII.

2.4K 191 29
                                    

Capítulo siete: Nathaniel – Un golpe y todo olvidado

—Es bueno que salgas. Hace mucho tiempo no tienes una cita —dijo Calum mientras preparábamos la cena. Una de las cosas que más me gustaba de su presencia era que sabía cocinar muy bien—. Yo mataría por pasar una noche con Amelia.

—No me interesa hablar de tu hambre sexual. La mía está satisfecha aunque no he tenido citas.

—No es eso —se limpió las manos en el trapo y luego se ocupó de cortar la cebolla en diminutos trozos—. Ella me odia. Si al menos me diera la oportunidad de una charla, no estaría quejándome tanto.

—Entonces deja de acosarla. Prometo hablar muy bien de ti mientras estemos cenando.

Calum cocinaba y al mismo tiempo lucía como uno de esos chefs famosos de la televisión, totalmente despreocupado por el aceite de olivo que brincaba salvajemente fuera de la sartén.

—No la estoy acosando —dijo después de varios minutos silenciosos—. Y no debería estar hablando de esto contigo, pero Amelia fue y es especial para mí.

—¿Por qué? Sólo conviviste con ella tres días, según lo que recuerdo.

Él pareció molestarse con mi comentario porque pasó de la estufa a la barra de servicio demasiado rápido para seguir preparando el puré de garbanzo. Gruñó por lo bajo, hizo una mueca de disgusto y no dijo más.

Terminé de freír los filetes de pescado y mi trabajo en la cocina finalizó.

Así que podía regresar al tema tan controversial entre mi mejor amigo y yo: Amelia Vortex.

¿Por qué me importaba tanto lo que él sintiera por ella? Ni yo mismo lo sabía, pero la intriga era más fuerte y poderosa que mis ánimos de tener una relación tranquila con Calum.

—¿De verdad vas a enfadarte por algo así?

—No te entiendo —expresó en voz baja y luego, para callarme indirectamente, activó la licuadora.

—¡Deja de ser tan inmaduro! —Le grité, haciéndome escuchar por arriba de ese estruendoso sonido.

Estaba harto de eso.
De tener problemas con todo el mundo gracias a esa chica.

—Admite que te gusta tanto como a mí —manifestó una vez que la casa volvió a su silencio habitual.

—No haré eso, Cal...

—Me da igual. Amelia y yo no tenemos nada, y ¿qué es de una amistad sin sinceridad?

Me pasé la mano derecha por el cabello y resoplé. Él se mantenía apacible preparando la cena, como si no estuviéramos tocando un tema que lo hacía sensibilizarse más de lo que acostumbraba.

—Sí... Me gusta Amy —admití. Ya no había manera de negárselo a nadie, menos a Calum—, pero no tanto como a ti. Ella te hechizó o algo parecido.

—Bien.

—Cal, no dejaré que una chica interfiera...

—No, yo tampoco —respondió con una sonrisa ladeada, pero sincera al fin y al cabo—. Sólo quería que lo aceptaras.

—¿Por qué? —Pregunté extrañado.

—Porque así tú dejarás de ignorar tus sentimientos. No sé qué tanto miedo le tengas al amor después de Mae, pero una cosa debes saber: Amelia llegó a tu vida y a la mía para enseñarnos. A mí, me ayudó a comprender que no podemos tenerlo todo por más que nos esforcemos y demos todo por ello.

De amores y senadoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora