Capítulo veintitrés: Nathaniel – La manzana de la discordia
La locura sucedió tan rápido. La cabeza me palpitaba y ni siquiera estaba consciente de lo que hacía mientras sentía que alguien me jalaba del codo para llevarme a otro lugar sin entrometidos haciendo preguntas. No supe quién, ni cómo fue que llegamos a una recóndita habitación con una mesa larga al centro y seis sillas esperando a ser ocupadas.
—No podemos permitir que algo así llegue a los diarios...
—¿No crees que es algo tarde? A estas alturas debe estar circulando por todo Internet —escuché hablar a una chica. La voz la conocía, pero aún no lograba salir de mi pasmo.
—Cierto.
—Además, estoy segura de que no te importa lo que discutan de ti. Por eso te retiraste totalmente de la política.
—¿Tú quién eres? —Escupió.
—S-soy amiga de Nate.
—Nathaniel, carajo, ¿quisieras abrir la boca y explicarnos qué fue lo que pasó allá afuera?
Mis ojos comenzaron a arder por falta de humectación. Percibí un tacto suave sobre mi hombro y luego un apretón.
Y entonces la vi. Ahí estaba Roxanne, completamente ofuscada. Casi tanto como yo. Al fondo, a lado de una gran palmera Kentia, nos observaba Timothy, el mejor amigo de Amelia. El hombre que estaba cuestionándome era nada menos que Jerome. Y, para aumentar mi sobresalto, estaban sus hermanos: Lily y Quentin.
—Hay muchas personas —fue lo único que pude decir, intentando calmar toda la furia que podía sentirse en ese lugar, pero de nada sirvió. Por supuesto, nadie estaba de humor para reírse.
—¿Cuál es tu maldito problema? —Lily Vortex golpeó la mesa con la palma de su mano y me enfrentó directamente. Jamás creí verla tan enojada. Sus mejillas estaban rojas por la ira, y nadie iba a cuestionar su actitud—. Humillaste a mi hermana y a mi familia entera.
—Eh, perdón, pero ese imbécil es mi hermano. Nadie está más humillado que los Van Hollen —contraatacó Jerome, haciéndome voltear los ojos como odiaba que Amy lo hiciera.
—Me importa una mierda tu familia en estos momentos —le dijo sin piedad alguna.
—Detesto esta situación —escuché murmurar a Timothy. Nadie le dijo nada.
—Roxanne, me conoces —le dirigí una mirada como ninguna, pidiéndole compasión y paciencia—. Tú... tú sabes que nunca le haría algo así a Amelia. A nadie, de hecho. No soy un maldito insensible ni un Playboy sin control.
—Nate...
—Todo esto es obra de George y lo saben. Quentin... tú, tú lo sabes. Sabías que algo así iba a suceder y no dijiste nada.
—No tenía idea de qué estaba planeando, de ser así me hubiera encargado de que ese video no saliera a la luz. Mucho menos habría dejado que la prensa lo obtuviera así de fácil —se llevó una mano a la cara y se la restregó con fuerza.
—No me importa que haya sido visto, no me importa en lo absoluto —volvió a decir Lily—. En primera... no tuvo por qué haber sido grabado. No debió haber existido, Nate.
—Y ahora no sabemos dónde está —agregó Jerome después—. Esto fue lo que quedó después de que salió del estacionamiento —me entregó un pedazo de tela azul del vestido que Amy estaba usando esa noche—. ¿Le diste órdenes a esa persona?
—No —solté. No creía que fuera necesario hacer que huyera, y ahora no sabíamos cuál era su paradero.
—Eres un maldito genio —parloteó Tim.
ESTÁS LEYENDO
De amores y senadores
RomanceAmelia y Nate parecían estar hechos el uno para el otro. Pero tal vez no era así. Al menos sus destinos parecían querer tomar caminos diferentes. Después de traiciones, triángulos amorosos, viajes inesperados y escándalos familiares, parecía difícil...