Capítulo cuarenta y seis: Amelia – Bendecidos seamos todos
Sin importarme el frío de esa mañana, caminé descalza hasta el ventanal y lo deslicé para salir al balcón. El viento gélido me despeinó más de lo habitual e hizo que todos los vellos de mi cuerpo se erizaran. Jalé las mangas de mi suéter para evitar, inútilmente, que el frío se colara por el interior de mis prendas. Los leggins y el jersey color rosa palo no eran suficientes para el clima de diciembre en D.C.
Había llegado el día. Tristemente no podía rebobinar el tiempo para así poder arrepentirme de mis palabras. Todo fue claro, conciso y muy rápido para evitarnos más dolor a los dos. Fue el día en el que Nate y yo nos dejamos libres, por decirlo de alguna manera.
Había dejado que él se fuera con Mae Gallagher. Después de todo, su relación sí tuvo la oportunidad de terminar como tenían pensado desde el principio: en el matrimonio. La invitación a la ceremonia religiosa había llegado un par de meses atrás, no sorprendiéndome demasiado, pues en aquellos días yo me había hecho más cercana a Calum y él, siendo amigo de Nathaniel, conocía los detalles sobre la boda.
Aunque no podía negar que, en el momento en el que decidí revisar el buzón y vi aquel sobre blanco con bordes delicados, algo dentro de mí se congeló. Todo transcurrió en cámara lenta hasta que rompí el plástico en el que venía envuelto el sobre de hoja gruesa y abrí por completo la carta.
Sea cordialmente invitado a la unión nupcial de
Maegan & Nathaniel
Y un montón de basura más que no me permití terminar de leer, pues ya conocía los detalles. No entendía mi comportamiento, pues yo misma había aceptado el término de nuestra relación, si así se le podía llamar. Sabía que Mae quizá sí era el amor de su vida y se merecían el uno al otro, ¿entonces por qué me sentía tan miserable? Había huido como siempre del matrimonio, de las relaciones formales y todo aquello que, creía, se interpondría en mi carrera profesional.
Estuve equivocada pero ya no había marcha atrás. Nathaniel y yo lo único que teníamos en común era hacernos daño. Yo no podía corresponder a su amor como él lo deseaba, y él no podía sacrificar todo lo que tenía por alguien que realmente no apreciaba nada. Nate siempre tuvo ambiciones de estar con alguien para compartir su futuro y su éxito.
Yo sólo quería el éxito y mi futuro para mí. No me visualizaba, por el momento, con alguna otra persona. Apreciaba a mis amigos, a mi familia, pero mis deseos siempre fueron mucho más allá. Incluso con un trabajo asegurado en el Congreso, yo misma me había propuesto conseguir otro de medio tiempo para así juntar lo suficiente y poder pagar mis propias cuentas. Mi casa, mi auto y los otros lujos que quisiera darme. Y, en mi futuro, no necesariamente me veía con alguien.
Mis pensamientos me absorbieron tanto que ni siquiera me di cuenta que estaba casi congelándome ahí, en el balcón. Disfruté unos segundos más la sensación de mi nariz adormecida y los labios ligeramente partidos hasta que decidí volver adentro.
No quería pasar por aquello sola, por supuesto, así que había armado mi propio pelotón de guerra. El que me acompañaría a la boda para impedirme interrumpirla o hacer alguna otra locura.
Estaban Roxanne y Timothy, quienes estaban tan acaramelados desde el inicio de su relación que me era difícil estar con ellos; mi hermana Lily y, por extraño que pareciera, Calum había decidido ponerse de mi lado. Él y Nathaniel apenas estaban calmando las aguas y por eso no era raro que no fuera su padrino. Aunque Cal no lo dijera, sabía que estaba algo decepcionado y triste porque, en algún momento de la vida, ellos habían hablado sobre apadrinarse en sus respectivas bodas.
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De amores y senadores
Storie d'amoreAmelia y Nate parecían estar hechos el uno para el otro. Pero tal vez no era así. Al menos sus destinos parecían querer tomar caminos diferentes. Después de traiciones, triángulos amorosos, viajes inesperados y escándalos familiares, parecía difícil...