Capítulo diez: Amelia – La piedra en el ojo
Después de haber sido abandonada en el restaurante con más de diez pares de ojos fijos en mí, tuve que hacerle señas con la mano al mesero y le entregué la tarjeta de débito para que cobrara el desayuno.
Después de cinco largos y tormentosos minutos, él me la devolvió con una sonrisa lobuna y algo de picardía en su mirada. Eso me hizo sentir intimidada, pero igual le devolví el gesto. Estaba coqueteando conmigo.
Con la cara cayéndoseme de la vergüenza y la ira que sentía en ese momento, salí del restaurante y, una vez dentro de mi auto, me debatí entre conducir o llamarle a Roxanne para que pasara por mí. La cabeza me dolía y aún no me sentía en mis cinco sentidos.
Pero hice lo que pude. Manejé con precaución y llegué a casa poco antes de lo esperado. Dejé mis zapatos nuevos a un lado de la puerta principal y me senté en el suelo con la cabeza palpitándome. No estaba acostumbrada a beber. El tequila y yo dejamos de ser buenos amigos cuando empecé a juntarme con Calum en Europa.
Me deshice de toda la ropa nueva y la arrumbé en mi armario. No quería verla. No quería volver a ponérmela jamás. Agarré la vieja camiseta gris de Princeton y me la puse encima de la ropa interior.
Enseguida, mi teléfono empezó a sonar y a vibrar como si estuviera siendo poseído. Una fotografía de Quentin y yo abrazados apareció en la pantalla y sonreí, a pesar de que sabía que era sólo el principio de mis próximos problemas con la familia.
—Ya lo sé. Llamas para regañarme.
—Yo nunca te regaño por nada, Amy —dijo en voz queda y pacífica. Quentin era el más relajado de mis hermanos—. Quiero saber qué está pasando entre Nathaniel y tú.
—No está pasando nada, sólo fue una noche de copas que pasamos entre amigos...
—Sí, también supe que estuvieron con su hermano mayor y su ex novia, la bailarina.
—El chisme viaja más rápido que Lily cuando va de compras.
—Lía, tengo una propuesta para ti —suspiró Quentin para continuar hablando sin esperar siquiera mi respuesta—. Creemos que Washington está siendo difícil para ti, así que ¿por qué no tomarte algunos días en Boston?
La idea de irme un tiempo a casa no sonaba tan descabellada. Extrañaba a mis padres, a Lily y a mi hermano mellizo.
La casa que tenía en el Capitolio se sentía vacía y yo me sentía más sola que nunca, aún teniendo a Roxanne a mi lado casi todos los días. Siendo una chica de familia, los necesitaba cerca de mí. Era cierto que Nate, la oficina, Calum y todo el Distrito de Columbia me generaban cierta presión sobre los hombros. Nunca me había sentido tan agotada.
—Me encantaría ir, pero el trabajo...
—Hablaré con Shannon, ella me conoce y sabe que siempre se necesita un descanso del Congreso. Te aseguro que todos lo entenderán —mi hermano tenía una forma tan peculiar al hablar para reconfortarme.
—Entonces prepararé mis maletas.
—Y yo me encargo de tu boleto. Te estaremos esperando en el aeropuerto por la mañana.
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De amores y senadores
RomanceAmelia y Nate parecían estar hechos el uno para el otro. Pero tal vez no era así. Al menos sus destinos parecían querer tomar caminos diferentes. Después de traiciones, triángulos amorosos, viajes inesperados y escándalos familiares, parecía difícil...