Capítulo V.

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Capítulo cinco: Nathaniel – El ballet y otras variables

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Capítulo cinco: Nathaniel – El ballet y otras variables

Calum me estaba siguiendo a todos lados, pero sabía que no era por el simple hecho de que le gustara estar conmigo. Su presencia en el Congreso no tenía otro propósito más que el de encontrarse con Amelia en los pasillos, pero ella se las había ingeniado para no coincidir con nosotros.

Decidí dejar a un lado el tema de su relación tan misteriosa. ¿Por qué él no me había dicho que ya la conocía? Quizá me daba miedo la respuesta. Calum conseguía muchas chicas gracias a su fama y no estaba dispuesto a escuchar cómo Amy había caído en eso.

Una mañana, después de quince días desde la llegada de la chica Vortex, estaba en la oficina de mi padre. Me acomodé en el escritorio y leí todo el papeleo que tenía pendiente. La mayor parte de este trataba de una institución que los Van Hollen apoyábamos con ayuda del Congreso. 

Una fundación para apoyar las investigaciones de niños desaparecidos en Washington D.C. y sus alrededores.

Era un tema importante para nuestra familia, o al menos lo era realmente para mí, porque cuando tenía siete años e iba en segundo grado, uno de mis compañeros desapareció.

Y su búsqueda jamás tuvo resultados. Sus padres se mudaron y no volví a saber nada de ellos.

A medida que crecía y seguía pensando en esa trágica situación, lo único que esperaba era que Sawyer estuviera muerto. No quería verme como un idiota insensible, la verdad era que mi sentido común no estaba del todo desarrollado, pero era la única forma en la que él no sufriría. Todos conocemos los riesgos que corren los niños que son secuestrados o que simplemente se desvanecen.

Escuché que la puerta rechinó al abrirse. No levanté la mirada para ver quién era.

—Nate —habló él.

—Tengo trabajo ahora, Cal...

—Lo sé, lo sé —cerró la puerta detrás de sí y se sentó en la silla que estaba libre al otro lado del escritorio—. Dejaste tu teléfono en el auto.

—¿Intentaste desbloquearlo? Porque si es así juro que...

—Ya pasé por esa etapa —refunfuñó y sacó mi móvil del bolsillo de su saco. Calum sabía cómo vestirse para cada ocasión, y no terminaba de preguntarme de dónde había sacado todos esos trajes para presentarse en el Congreso—. Te... llamaron. Y recibiste varios mensajes.

—Carajo, espero que no haya sido mi padre.

—Eran de Mae.

Su nombre perforó la piel de mi pecho como miles de cuchillas. Casi me había convencido de haberla superado, pero lamentablemente no era así.

Mae Gallagher me destrozó el corazón, jugó con él las veces que quiso y luego desapareció.

O, bueno, eligió irse al otro lado del mundo.

De amores y senadoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora