Capítulo veinte: Amelia - Asuntos innecesarios
La llamada de un número fijo hizo que mis nervios se calmaran.
—¿Hola...? —Una risita se escuchó del otro lado de la línea y supe de inmediato quién era—. ¿Por qué te ríes? ¿Estás bien?
—Linda, sí, todo bien, tranquila. Me reí porque estás muy nerviosa, pero ya estoy en casa —habló con voz melosa.
—Dime que Calum se preocupó.
—No está aquí, no tengo idea de dónde podría estar.
—Regresa a Boston, por favor. Es la única manera en la que puedo asegurar que estás bien —de verdad me preocupaba. Aunque George y Nate estuvieran en la misma habitación, podía saber que no le haría daño. No conmigo presente—. ¿Sí?
—Tengo que arreglar asuntos en la oficina, Amy. Te juro que en cuanto los termine tomaré el primer vuelo hacia allá.
Suspiré. Dejé caer el trasero en mi cama y me llevé una mano a la frente.
—¿Cómo te sientes?
—Extraño. Mareado... Desorientado. En realidad no me siento bien, creo que he perdido una parte del cerebro —se rio—. Shay mandó a un médico para que me revise. Mañana volveré a la oficina y por la noche estaré en Boston.
—Promételo.
Nate se reía por cada cosa que él y yo decíamos.
—Lo prometo.
(...)
George volvió a Boston aproximadamente a las doce del mediodía. Tenía esa sonrisa petulante en el rostro y una expresión que no se le veía todos los días. Estaba totalmente seguro y orgulloso de lo que había hecho y no se molestaba en ocultármelo.
—¿Cómo estás, hermanita?
—Bien —respondí sin ganas. Terminé de beber el poco jugo que quedaba en mi vaso y luego lo examiné con mirada retadora—. ¿Y tú?
—Excelente, ¿y tu novio? —No lo resistí. Mi mano izquierda se cerró formando un puño hasta que mis nudillos se quedaron blancos, mientras que la derecha me quemaba por la necesidad de estamparla contra su cara.
—¿De verdad eres tan cínico? —Me enfermaba su forma de ser. George no siempre había sido así, y todo cambió en cuanto se volvió parte del FBI. Ahí todos eran fríos y parecían tener cierto rencor hacia el mundo sin razón aparente—. ¿Qué ganabas haciéndole eso? Es detestable incluso para ti.
—Quería divertirme y ya, es todo —se rio con indiferencia y luego se acercó para aprisionar mi cuerpo y abrazarme—. No te enojes conmigo.
—No, suéltame. No estoy nada contenta, no es gracioso, ¿entiendes? ¿Qué le hiciste a su auto, su teléfono y su dinero?
—Nada, pequeña, yo sólo lo dejé en el hotel... —Sus ojos brillaron con malicia y mi estómago se revolvió. Era increíble el tipo de persona en el que George Vortex estaba convirtiéndose.
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De amores y senadores
RomanceAmelia y Nate parecían estar hechos el uno para el otro. Pero tal vez no era así. Al menos sus destinos parecían querer tomar caminos diferentes. Después de traiciones, triángulos amorosos, viajes inesperados y escándalos familiares, parecía difícil...