Capítulo XLIX.

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Epílogo

La casa de la familia en Boston parecía demasiado grande para mi simple existencia. No había regresado desde hacía poco más de año y medio, antes de adentrarme por completo en el internado del Congreso. Mi tiempo se había consumido y mis días se resumían en dormir aproximadamente cinco horas, beber mucho café y hacer todo el papeleo que nadie quería hacer. Por supuesto, como interna, yo era la encargada del trabajo sucio, como les gustaba denominarlo.

Lily bajó las escaleras, trotando. Llevaba los audífonos puestos y su ropa del gimnasio desprendía su perfume habitual. Le encantaba oler a vainilla y yo sólo pensaba en que parecía una mantecada andante.

Definitivamente ella no esperaba verme ahí, pues en cuanto sus ojos se posaron en mí, se arrancó los audífonos y corrió a abrazarme, haciéndome tirar mi valija al piso junto con el resto de mis cosas.

—Pensé que te habías hecho una sola con tu silla en el Congreso —expresó contra mi pelo, haciendo más fuerza en su agarre.

—Y yo pensé que no te vería hasta la siguiente semana... —La tomé de los hombros para separarla de mí—. ¿Qué hay con Princeton?

—Mis finales fueron hace unos días. Apenas volví ayer —resopló—. Soy la mejor de mi clase, Amelia, ¿no te lo dijo papá?

—No, pero tampoco me sorprende.

Lily terminó de contarme cómo iba todo en la universidad. Estaba por entrar a su último semestre y pronto también haría sus prácticas en la Embajada Francesa, justamente en Boston, así que estaría más cerca de la familia que cualquiera de los hermanos Vortex.

No la entretuve demasiado. A Lily le gustaba ir al gimnasio por la tarde y ya habíamos estado conversando más de una hora. El reloj marcaba las seis y dejé que se fuera, después de negarme expresamente a acompañarla. El ejercicio y yo nunca fuimos muy buenos amigos.

Antes de irse, tomó una foto de nosotras. Ella besaba mi mejilla y yo luchaba por no verme tan demacrada frente a la cámara. La publicó en Instagram sin pedir mi consentimiento.

Calum inició un videochat que no duró demasiado. La banda se encontraba grabando un álbum, pero cada vez que tenía un momento libre lo aprovechaba para mensajearme o llamarme. Pude ver una pequeña parte el ensayo y luego tuvo que colgar, pero agradecí cada segundo que duró. Él y el resto del grupo se despidieron de mí con cariño, y prometió llamarme por la mañana.

Según mi hermana, mamá no volvería a casa hasta pasadas las ocho, mi padre no se encontraba en Boston, y la única que no tenía nada qué hacer a inicios del verano era yo. Mi único amigo en la ciudad era Timothy pero estaba con Roxanne recuperando el tiempo perdido. Se habían reconciliado apenas unas semanas atrás después de dos meses separados.

No podían estar lejos tanto tiempo. Sus almas rogaban volver a juntarse, y como estaban hechos el uno para el otro, no podían retar a la vida.

—Pregunta —dijo Lily una vez que levanté el teléfono. Lo puse en altavoz mientras me preparaba una taza de té frío en la cocina.

—Dime.

—¿Cuántas probabilidades hay de que vengas a un bar conmigo?

Era miércoles, apenas. A pesar de estar de vacaciones, mi plan perfecto ahora mismo no era pasar la noche en un bar.

—Cero. —Respondí llenando la taza con hielos.

S'il vous plait, Amelia —replicó en francés con una perfecta pronunciación—. Extraño a mi hermanita.

De amores y senadoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora