Capítulo 1

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Alice terminó de darse una ducha para luego arreglarse ya que debía ir al típico almacén donde se encontraban los chicos que forman parte de la banda. Apenas y le daba chance de comer el sándwich que compró la noche anterior, y si no la hubiesen llamado seguiría sobre aquél incómodo y duro colchón.

Sacó un leggins color negro, camisa del mismo color y zapatillas. También en su desgastado morral guardó su arma, un pasamontañas y lo que será su desayuno envuelto en papel de aluminio. Cuando terminó de vestirse amarró su húmedo cabello en una coleta alta, colgó su morral en el hombro y rodó aquella pesada puerta de aluminio que es la salida hacia el callejón donde yacen unos que otros humildes hogares.

Prácticamente corrió hasta el almacén en donde su jefe de seguro la esperaba impacientemente.

—He llegado —habló en medio de un jadeo al pasar el marco hacia la sala.

Bruno, el jefe, apartó la botella de cerveza a un lado y la miró.

—Por fin llegas. Le explicaba a los demás el encargo que hay para esta misma noche, como también les advertía que si hay cualquier falla no me importará malgastar una jodida bala en uno de ustedes —acabó con su cerveza dejando la botella vacía a un lado—. ¿Alguna duda, chicos? —los miró a todos con superioridad.

Los otros cincos rápidamente negaron, excluyendo a Alice que por haber llegado tarde se perdió la explicación pero ya después se pondría al día.

—Entendido —susurró.

—Bien.

Bruno se levantó del sofá y se dirigió a la puerta, no sin antes reacomodar su arma en la cinturilla del pantalón. El resto comenzó a planear su próximo trabajo para la noche, trabajo que de seguro les dejaría muy buena paga.

(...)

Luego que Alice recibió la explicación y ordenes de los chicos, se unió a su charla de lo que será el encargo. Todos se encontraban frente a una gran casa de color blanca con ladrillos que la hacía destacar y una preciosa fuente en el jardín con bancos alrededor. De seguro es un hombre muy importante como para estar dándose ese tipo de lujos ¡pero vamos! Ellos han lidiado con personas más importantes.

—¿Podemos entrar? —Bestia preguntó en voz baja mientras apretaba con fuerza su arma por cualquier movimiento extraño que notase.

—Sí —Alice afirmó.

Bestia mojó sus labios al mirar a la mujer que estaba a pocos centímetros de él: cabello largo y negro, ojos grandes que dan un perfecto toque con su perfilado rostro y labios gruesos y pálidos por el frío clima de la noche. Ella también alzó su vista encontrándose con su mirada café y cabello castaño alborotado por un pésimo corte. Sonrió.

Estaban en una especie de burbuja o película de acción donde uno de los dos debía hablar primero prometiéndole al otro que pase lo que pase lo querrá o algo así pero ellos no estaban protagonizando ningún tipo de película, para su desgracia.

—¡Es hora! —exclamó uno de los chicos sacándolos de su ensimismamiento.

Aunque ambos ladearon la cabeza volvieron a mirarse y dieron un pequeño asentimiento antes de caminar sigilosamente hacia la puerta trasera. Alice bajó su pasamontañas y siguió detrás de Bestia.

Ya dentro de la casa se esparcieron por el gran espacio; unos a las habitaciones y otros a la cocina y sala de estar pero a la morena le llamó la atención la luz que se veía por debajo de una puerta, una gran puerta de color marrón con decoraciones. Cautelosamente abrió la misma para encontrarse a un hombre detrás de un escritorio, con lentes y un libro sobre su pecho; dormía tranquilamente.

Alice (Prince Royce)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora