Alice entreabrió sus labios para decir algo pero nada salió de ellos. Seguía tan abrumada por la pesadilla que tuvo con ese recuerdo que no podía articular palabra alguna.
—Veo que no eres tan fuerte como aparentas ser —la voz de Royce hizo eco en su cabeza—. Y dime, ¿qué harás ahora?
—Patearé tu trasero y puede que te deje sin hijos si no me entregas esa pistola ahora mismo. ¿Cómo es que pudiste librarte de esas esposas?
—Te recuerdo que es mi casa y sé dónde guardo mis cosas.
—Eres un estúpido llorón. ¿O vas a negar que ahora mismo no has mojado tus bóxer, eh? —juntó sus labios demostrando cuán enojada estaba.
—Si mojaré los bóxer como dices, que sea de otra manera —sonrió y acercó lentamente su rostro al de ella.
Alice tragó fuerte, y desvió su mirada hacia la puerta principial. Por su parte, Royce no podía negar lo nervioso que estab, por suerte la chica no había notado cómo sus manos temblaban y que el arma se encontraba sin balas ya que logró descargarla minutos antes.
Es increíble la situación en la que se encontraba ya que nunca antes había manipulado un arma.
—Entonces, sé un hombre de verdad y demuéstrame cuál es esa otra manera.
Intentó ignorar el hecho de que ese hombre estaba relamiendo sus labios sin dejar de mirarla de esa manera que logró atraer nuevamente esos malos recuerdos. Royce dejó un mechón de cabello detrás de su oreja y sonrió sintiéndose victorioso.
La morena rió y segundos después pateó los testículos del chico haciéndolo retorcer en el piso.
—Para la próxima piensa mucho mejor.
(...)
Cuando amaneció Alice no había dormido nada después de lo que sucedió la noche anterior. Ahora se encontraba en el jardín trasero intentando organizar un poco sus ideas; reconocía que debía irse de esa casa pronto ya que es mucho riesgo pero también desconocía a dónde podría ir.
Cuando el timbre sonó se dirigió con mucha confianza a la puerta y sonrió cuando vio que se trataba del pedido que hizo minutos antes.
—Muchas gracias.
—¿La conozco? —el chico del servicio express frunció el ceño.
—No. Muchas gracias, y adiós —tiró la puerta y suspiró aliviada—. Han traído el desayuno... ¿apeteces comer algo?
—¿Cuándo te irás de aquí? —preguntó con enojo— ¡necesito que te largues de una vez! —alzó la voz—. ¡¿No entiendes que tengo una familia, y una carrera que debo atender? ¿Por qué conmigo, eh? ¡¿Quieres dinero?! ¡Dime cuánto, te lo doy y vete!
Alice mordió bruscamente el sándwich con papas fritas que ordenó y asintió.
—Me iré, pero no hoy ni mañana, me iré cuando yo lo vea conveniente ¿de acuerdo? —limpió la comisura de sus labios— y no te preocupes, no te haré daño... No soy tonta como para meterme en más problemas —rió sin humor—, pero hoy sí me harás un favor.
Un móvil sonó sobre la mesa y ambos voltearon a ver.
—Necesito ver, necesito ver quién es.
Con un asentimiento le dio a entender que podía agarrarlo y no despegó los ojos del trasero del chico.
—¡¿Has debitado todo eso de mi cuenta?! —gruñó.
—No es todo por hoy, príncipe. Hoy sabrás que se siente salir con una chica que es solicitada por la policía. ¿Estás listo?