Capítulo 11

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El tiempo que estuvieron afuera de casa y en ese bulevar constó de varias horas. La peluquera demoró lo suficiente cambiando el look de Alice, quien no dejaba de mirar hacia la entrada asegurándose de no ver algo extraño y también echándole un ojo a Royce.

Ahora que estaban de vuelta a casa y seguros, Alice no dejó de admirar su cabello en el espejo. Siguió los consejos de la mujer e hizo varios reflejos rojizos, también mejoró su corte y ahora se veía escalonado y un poco más arriba de sus hombros. Pero lo que le había dolido más fue la depilación de cejas, hace mucho tiempo que no lo hacía y se sentía satisfecha por la forma que le habían dado.

Eran alrededor de las nueve y media, estaba por terminar de arreglarse pero antes rebuscó en el clóset donde días anteriores encontró ropa de mujer y sacó una cartera donde pensaba guardar su arma. Minutos más tarde salió de la habitación y se dirigió a la planta baja donde Royce se encontraba sentado sin ganas de ponerse de pie ni cruzar la puerta.

—Adivina qué... —suspiró con pesadez al escucharla— estoy lista. Vámonos.

No le quedó más opción que alzar la vista y sostenerle la mirada. Se puso de pie rápidamente y arrugó su frente al reconocer el vestido que llevaba puesto.

—¿Por qué te has puesto ese vestido?

—Lo encontré en el clóset y me gustó. ¿A poco me queda feo? —sonrió y terminó de bajar los escalones.

—¡No es tuyo! ¡Debiste dejarlo donde estaba!

—Esta casa tampoco es mía y aquí me ves. Ya vámonos.

Lo jaló bruscamente por el brazo y caminaron hacia la puerta para después acercarse al auto que por supuesto él conduciría. No podía dejar de mirarla de reojo y fijarse en el vestido que llevaba puesto. Es de Beatríz, ni siquiera lo ha estrenado y ella se adelantó. Es lo único que pasaba por su mente.

Era de color verde oscuro, un poco más arriba de las rodillas y descubierto en forma de V en la zona del abdomen. Sin duda no le quedaba nada bien, una mujer ordinaria como ella no podía lucir algo tan delicado como ese vestido, pensó él. Lo contrario, la hacía lucir como la chica mala que es.

Casi dos horas más tarde se encontraban bajando del auto para adentrarse al sitio nocturno que a esa hora de la noche parecía estar lleno de acuerdo a la cantidad de autos estacionados. Los dos señores en la entrada le cedieron el paso tranquilamente y una vez dentro la música y alcohol lograron irritar a Royce.

Algunos hombres recorrieron con su mirada a Alice, cosa que la asqueó e incomodó al sentirse rodeada de tantos hombres cochinos como esos.

—Llegan un poco tarde —escucharon la voz de Víctor a sus espaldas—. Vamos a la mesa.

El lugar al ser pequeño hacía que el caminar fuese incómodo y más cuando debían pasar en medio de la pista donde los adolescentes con hormonas alborotadas bailaban descaradamente.  

—¿Gustan una cerveza o prefieren beber otra cosa? —cuestionó Víctor mirándolos.

—No quiero nada.

—De acuerdo. ¿Y tú preciosa?

—Una cerveza está bien —sonrió para convencerlo y lo siguió con la mirada hasta perderlo de vista—. Pensé que el tipo de persona como tú no visitaba sitios como este.

—Las apariencias engañan. Por ejemplo tú pareces ser una chica normal, y no, ¡eres una asesina! —diji lo último entre dientes pero aún así haciendo énfasis en la palabra asesina.

—Piensa lo que te dé la perra gana pero reserva esos pensamientos porque no me importará hacer lo que tanto temes, eh —tocó su cartera y él entendió de inmediato que es donde guardaba el arma.

—Aquí está la cerveza, preciosa.

Víctor volvió y ocupó uno de los sillones frente a la morena. Sonrió sin dejar de mirar sus piernas descaradamente y los pensamientos acerca de lo que podría hacerle en uno de los sanitarios no le ayudaban de a mucho.

—¿Cómo se conocieron? ¿A qué te dedicas? —rompió el silencio—. Has de ser muy importante o tener muchas aspiraciones para estar con él —alzó la voz debido a la música.

—Eso es asunto mío.

—Me gusta tu forma de ser —sonrió nuevamente y alzó la copa para después dar un sorbo.

Horas después todo seguía igual excepto el lugar a donde han entrado muchas más personas. Víctor se encargó de presentarle a sus otros amigos, que por cierto a Alice le parecían unos imbéciles que solo van en busca de cualquier mujer con la que puedan divertirse.

—¿Quieres otra cerveza? —Alice frunció el ceño cuando lo escuchó decir eso.

—Sé lo que quieres y no lo lograrás.

Se ha dado cuenta que ya es la tercera vez que éste le ofrecía cerveza; no es tonta y sabía que su objetivo es emborracharla para buscar la manera de aprovecharse. Con eso ninguno volvió a hablar hasta que rato más tarde ella pidió ser acompañada por Royce al sanitario, por lo que se pusieron de pie y ambos se encaminaron al baño.

Alguien más desde una mesa en del bar la siguió con la mirada y esbozó una sonrisa victoriosa, pero también sorprendido ante lo que ha visto. Intercambió unas palabras con uno de los empleados y tras escribir en una servilleta brindó con sus acompañantes.

—Es el baño de mujeres —se quejó él cuando entraron.

—Eso parece —se encogió de hombros. No podía negar que las cervezas la habían mareado un poco pero seguía consciente y sin ganas de beber más—. Voltea y vigila que nadie entre.

Suspiró aliviada cuando terminó de orinar y acomodó su vestido. Se dio un vistazo en el espejo y al notar que no se veía sospechosa salió del baño.

—Eso fue rápido —bromeó Víctor con doble sentido.

—Dime algo, ¿todo lo tuyo gira con la palabra sexo? Me estás hartando.

—Qué brava —rió y se alejó con una mujer.

—Señorita, le han mandado esto se sorprendió al agarrar la servilleta.

—Gracias.

La desdobló y leyó el corto texto escrito, palideciendo al instante y comenzando a sudar frío. Recorrió su vista por el lugar, hasta hacer contacto visual con él.

«Pensaste que te librarías de mí, ya ves que no...
Bienvenida nuevamente a mi mundo, gatita.

B.»

Alice (Prince Royce)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora