Una semana había pasado desde que Alice decidió tener a Royce en contra de su voluntad en su misma casa. Una semana sin ver noticias ya que no quería escuchar más que sigue siendo buscada por las autoridades, una semana de nervios para él y una semana sin recibir visitas ni contestar llamadas.
Por suerte su pierna mejoró lo suficiente y ya eso dejó de preocuparle hace días. Era temprano, Alice estaba en la habitación con máquinas de ejercicios que descubrió dos noches atrás y donde también había un saco de esos para liberar tensión.
—¿Es eso el timbre? —le preguntó al chico que se encontraba sentado frente a una de las máquinas con cara de muy pocos amigos. Lucía fatal; sus ojeras muy notable y sus ojos estaban por cerrarse en cualquier momento debido a tantos días sin dormir como debe ser.
—Sí, sí lo es —esa idea pareció activarlo un poco—. Veré quién es.
—No tan rápido, cariño. Conoces las reglas así que no intentes nada estúpido —deslizó el arma por el pecho del chico sin dejar de sonreír—. Ve primero quién es.
Suspiró y se dirigió a la puerta con rapidez. Al ver a través del ojo mágico sintió sus manos sudar y los nervios aumentaron. Ya se le hacía extraño que su amigo no haya ido en todos esos días. Sin pensarlo mucho abrió la puerta.
—Geoffrey, qué perdido estás. ¿Tanto cuesta atender un jodido teléfono?
—Decidí desconectarme del móvil unos días.
—De los medios, de tus amigos y de tu carrera ¿no es así? —sacudió su cabeza sin dejar de reír. Y él en lo único que podía pensar era en la mujer que estaba en esa habitación.
—A veces... eso es bueno... desconectarse para encontrarse a sí mismo... —rascó su nuca nervioso.
—¿Estás bien? —frunció el ceño acercándose a su amigo.
Recorrió su mirada por la casa sin saber qué hacer. Necesitaba salir de eso pronto o terminaría volviéndose loco, o peor, seria hombre muerto.
—Lo estoy.
—Pues me alegra, porque hemos organizado una salida nocturna para el día de hoy y debes ir.
—No puedo —contestó de inmediato—. No iré a esa salida.
—¿Por qué? Vamos hombre. Es al bar ese donde solíamos ir antes, está a las afueras de esta zona y ningún medio te pillará.
—No puedo. Ahora vete, por favor, ¡necesito que te vayas! —consiguió alterarse debido a los nervios. Sentía que ya estaba involucrando a muchas personas en su rollo; por ejemplo a Erika y ahora a su mejor amigo Víctor.
—Claro que Royce va a ir a esa reunión, yo seré su acompañante —Alice bajó las escaleras manteniéndose firme y luciendo sexy ante la mirada de la visita.
Royce, por supuesto, sintió sus manos heladas y el nudo que se había formado en su garganta estaba ahogándolo sin él querer. Maldijo internamente a esa mujer y apretó sus labios. Víctor estaba embobado aún manteniendo la posición de hace unos minutos.
—No me digas que...
—¡Por supuesto que no! —gritó Royce confundiendo más a su amigo—. No es lo que crees. Esta mujer es, es...
—Cariño —intervino ella serena— ¿no me dirás quién es este chico?
—Víctor será mejor que te vayas.
—Claro, no te conviene —intentó lucir dolida—. Pues Víctor, iremos a esa reunión el día de hoy.
—Royce ahora entiendo porqué tanta urgencia con que me vaya ¿no? pensé que seguías con Beatriz.
—Sigo con ella. Te repito que no es lo que crees.
—¿Sigues con ella pero metes a una mujer en tu casa? esas cosas son muy extrañas tratándose de ti.
—Beatriz está en México.
—Entiendo —movió su cabeza en afirmación—. Te veo esta noche, a eso de las diez en ese bar. Irán unos amigos y tranquilo, no correrán esta información que alegraría mucho a los medios. Nos vemos.
Y con eso se retiró con una sonrisa en el rostro. Él sabía que su amigo no podía ser tan fiel, y ahora lo ha confirmado.
—No estás aquí por visita de cortesía.
Alice escuchó y cruzó los brazos divertida. Por alguna extraña razón le daba gracia verlo tan nervioso.
—Lo sé pero eso va a funcionar para aligerar tu situación.
—¡¿Mi?! ¡Eres tú la que me ha metido en esto! ¡Me tienes secuestrado en mi propia casa! —alzó la voz—. No sé qué esperas para darte cuenta de que el momento ha llegado y que debes irte de aquí.
—Quiero pintarme el pelo —la miró con el ceño fruncido—. No me veas así. Esta noche iremos a ese bar y ahora mismo me llevarás a un salón. ¿Qué color crees que me quedaría bien? —lo molestó un poco sin parar de reír internamente.
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