Su respiración era extremadamente desigual mostrando así que estaba nervioso, muy nervioso. Condujo las calles libres del tráfico matutino con una desagradable compañía.
—¡Intentaste dártela de listo! —agitó el arma muy cerca de la sien del chico.
—Baja el arma —alzó sus manos indicando que no haría nada y el auto se movió bruscamente, lo que hizo que los otros conductores tocaran su bocina.
—Pero eres tan inútil que olvidaste que yo tenía las llaves de tu auto —rió y deslizó el arma por el cuello del chico—. ¿Qué si me enojo?
—Yo sólo, yo sólo quería alejarme de ti. Escúchame —detuvo el auto cerca de un bulevar—, puedo contactar un jet y mandarte a donde quieras, también darte dinero y te vas. Con eso podrás comprar muchas cosas, podrás comprar muchas armas y...
—¡Cállate! Estás hartándome. Te dije que me iré cuando lo vea conveniente ¿ok? Además si te quejas al pagar la ropa y el desayuno ¿qué me asegura que pagarás mi viaje?... y no intentes hacer eso nuevamente porque escúchame, no quiero hacerte daño pero también me daría igual hacerlo.
Mintió. No sería capaz de tan siquiera disparar un arma a alguien inocente y tan cobarde como él.
—¿Cuántas vidas tienes? ¿100?
—Al parecer sí —sonrió—. No me quejo. Pero tú tienes una sola, y no querrás que termine de la manera que yo he imaginado.
Suspiró resignado y se puso en posición para volver a andar.
—Detente. Necesito ir a esa farmacia.
—Entonces anda.
—Entrarás tú, pedirás tú y ¡adivina qué! Pagarás tú —acomodó su arma y bajó del auto.
—¿Cómo puedes estar tan tranquila en una zona como esta si eres una prófuga?
—¡Que te calles! —gritó— ya cuando me dé la gana te daré algunos tips, por ahora no. Y camina, hay un sol infernal.
Él siguió de primero tal cual andaban en el centro comercial. Una vez dentro de la farmacia pidió algunas cosas básicas como alcohol, algodón, antibióticos, gasas e inyectadoras.
—¿No comprarás condón? —volteó al escuchar una conocida voz femenina.
—Erika, hola —sonrió nervioso e intentó cubrir las cosas que estaban en la cesta.
—¡Geoffrey, querido! qué gusto verte nuevamente después de tanto. Sé que tienes una agenda muy ocupada pero puedes apartar una fecha para las viejas amistades.
—Erika... —volvió a sonreír y miró por sobre el hombro de la chica a Alice— Sí, es bueno volver a verte.
—¿Qué haces por acá? Está lejos de tu residencia.
—Yo...
—Disculpa lo que he dicho acerca del condón, estaba bromeando.
—Lo sé. Conozco tu buen sentido del humor.
—Yo también te conozco a ti y estás muy raro.
—¿Raro? —rió— ¿raro cómo?
—Nervioso, tal vez. ¿Qué te ocurre? mira, ando con mi hijo pero si quieres podemos hablar mientras nos acompaña un café, ¿qué dices?
—No Erik, yo... no quiero comprometerte.
—¿Comprometerme, con qué?
Exhaló frustrado. La idea de Alice haciéndole daño a Erika lo perturbó unos segundos.
—Conmigo —Intervino la morena.
—¿Es en serio? —cuestionó su amiga riendo—. ¡Me habías asustado, tonto! pensé que hablabas de algo más. Entiendo, los fotógrafos y medios son enemigos de la fama ¿no? —detalló a Alice disimuladamente.
—Es en serio, muy en serio. Él sabe lo mucho que me molesta que hable con otras chicas y sobre los medios no comparto tu opinión ya que son ellos quienes ayudan a sobrellevar la fama, ya sabes, la publicidad y esas cosas.
—Vaya Royce ¿de dónde has sacado a esta mujer? —frunció el ceño.
—Erika, ya es mucho por hoy. Prometo que pronto, pronto te marco y platicamos.
Los miró a ambos y asiente juntando sus labios.
—Está bien. No te preocupes, los medios no sabrán que tienes a una nueva conquista —suspiró—. Nos vemos.
La mujer se alejó de ellos y Alice la siguió con la mirada hasta perderla entre los transeúntes.
—Añade más antibióticos a la cesta.
Y con eso, esperaron su turno para poder pagar.
(...)
—Joder, joder —se quejó cuando despegó lentamente la antigua gasa de su herida. Era tiempo de curarse y ella misma lo lo haría.
Gritó maldiciones al momento de echar alcohol en la herida y debió inhalar mucho antes para después soltar. Sentía cómo quemaba y no podía creer que algo tan pequeño como esa bala haya podido causar todo eso.
Con una inyectadora sacó un poco de antibiótico y no pensó mucho antes de inyectarse a sí misma. Si bien también había comprado antibióticos orales, los inyectados actuarían más rápido.
—Erika no es tonta —alzó la mirada y lo vio—. Sabe que andaba extraño y no tardará en vociferarlo.
—Pensó que era una de tus gatas.
—Hazme caso, debes irte o pronto vendrán aquí. Por ti.
Le sostuvo la mirada y entreabrió los labios para decir algo pero no lo hizo y solo asintió.
—Lo consideraré.
—Sé que sonará estúpido porque es obvio que no quieres estar donde deberías pero ¿por qué temes tanto ir a la cárcel? ¿qué esperas conseguir lejos de esas rejas?
Alice desechó los algodones y demás cosas que usó en una bolsa dándole vuelta a esa pregunta, o bien, a la respuesta.
Ella sabía perfectamente qué buscaba.