Permaneció unos segundos junto a la puerta inmóvil. Le sorprendía ver lo rápido que la chica se recuperó. Discutió con su subconsciente que le pedía a gritos salir de esa habitación, y estaba dispuesto a hacerlo, pero la morena habló.
—Me da gusto verte nuevamente.
Frunció el ceño al no sentir algún tono de malicia en su voz, lo contrario, se expresó tan suavemente que eso lo tomó por sorpresa.
—Ya me ha explicado Sol qué papel ocupas en mi vida —continuó hablando yendo más allá de lo que recordaba haber escuchado en aquella conversación con la enfermera—. Aun así verte me da una sensación muy, muy extraña y para nada familiar.
—¿Qué papel? ¿De qué me hablas? no entiendo nada. Yo sólo vine por...
—No te hagas —rió—. El hecho de que ya no estemos juntos no quiere decir que no podamos seguir en contacto. Te debo un inmenso agradecimiento por haber venido a verme cuando nadie más lo hizo. Ni mis padres han venido.
Cambió la expresión de su rostro y jugó con sus dedos sin saber qué más decir, hasta que la puerta abrió golpeando suavemente a Geoffrey.
—¿Usted? —Sol lo miró como algo extraño— Hasta que se digna a volver por acá. Como puede ver, ella está mucho mejor.
—Tanto así que vendrán a hacerme algunas preguntas. Han llamado a las autoridades, y ya deben estar por llegar.
—¿Qué? —sintió nervios en ese momento. Lograrían sacarle información a la mujer y ella le hablaría de él. No podía permitirse pasar por un escándalo justo ahora.
—Nadie la reportó y es nuestro deber hacerlo —añadió la señora—. Así que Alice, venía para tu aseo. ¿Lista?
—Yo la ayudaré —ofreció de inmediato captando la atención de Sol, y de Alice quien sonrió encantada—. Si puedo, claro. Y, si... quieres —la miró suplicante.
—Es mi trabajo, joven. ¿Por qué mejor no va y recibe a los comisarios? querrán escuchar su declaración también.
—Estaré bien, Sol —dijo en voz baja—. Te lo aseguro.
—Sólo que sea rápido, por favor.
Los miró con desaprobación pero terminó accediendo y se retiró dejándolos a solas. Geoffrey rascó su nuca nervioso, y pensó en su amiga que se encontraba afuera al pendiente de su hijo.
—No recuerdo nada. Todo es tan confuso para mí —la morena interrumpió el silencio—. Los doctores han dicho que es normal y que me llevará su tiempo recuperar los recuerdos ¿pero sabes? a mis padres, a ellos sí al igual que... A ti.
—Escuchame —pidió desesperado— ¡No sé a qué juegas pero deja de hacerlo ya! Esos comisarios no deben verte ni mucho menos que le digas cosas porque —miró sobre su hombro la puerta— debemos irnos. Ahora.
—¿Qué?
—Lo que has escuchado. Debemos irnos.
Ella no protestó.
Procedió a hacer lo que él le indicaba con lentitud ya que hacer ciertos movimientos le causaba dolor. Finalmente cuando estuvo lista con el cubre bocas, tomó su mano y juntos salieron de la habitación.
Caminaron a pasos rápidos hasta las afueras del centro médico pasando desapercibidos entre los escasos vigilantes, y una vez dentro del auto sacó su móvil y escribió lo siguiente:
«Erika, tuve un gran inconveniente en ese hospital. Espero tu hijo se encuentre bien, y sí, no te dejaré con la duda únicamente porque necesito ahora más que nunca de tu ayuda. Te espero en el estacionamiento del edificio donde vives.»
Y lo envió para luego encender el motor.
Dentro del centro médico se encontraba una Erika con los nervios a flor de piel esperando recibir noticias de su hijo. El aire volvió a sus pulmones cuando quince minutos más tarde apareció su hijo junto a un doctor. Lo examinó con la mirada y sonrió.
—¡Cariño! ¿qué te pasó? casi muero de un infarto al enterarme que estabas aquí.
El niño de once años abrazó a su madre.
—Todo en orden, señora. El niño recibió un golpe en la nuca pero tras hacerle varias evaluaciones descartamos algún riesgo —explicó el doctor—. Le mandaré algunos medicamentos por si presenta dolor, al igual que una orden de reposo por setenta y dos horas.
—Muchas gracias.
Intercambiaron algunas cosas más y su teléfono vibró en sus manos. Frunció el ceño al leer el mensaje y suspiró; debía ahora llamar un taxi.
El papeleo tardó casi hora y media; lo necesario para notar alboroto en el área de información pero no prestó mucha atención cuando le entregaron la orden de retiro junto al reposo.
—Erika —giró para encontrar a su ex-esposo con cara de preocupación—. Ya me han explicado. Gracias a Dios no pasó a mayores y, podremos ir a casa ahora mismo. ¿Verdad?
El niño quiso decirle a su padre que quería pasar el resto del día con su mamá pero evitó causarles más problemas a ambos y asintió.
Para cuando Erika llegó a su edificio se dirigió a sótano y ubicó el auto.
—Puedo explicártelo todo pero necesito que me ayudes —su amigo se adelantó en salir del auto.
—Estás asustándome. ¿Qué te traes?
—¿Cómo está el niño?
—Está bien, gracias a Dios —se cruzó de brazos y levantó una ceja exigiendo respuestas. Un movimiento dentro del auto llamó su atención; no tardó en acercarse y cubrir sus labios con sorpresa e indignación.
—Estoy en problemas. Y esta vez, los he buscado yo —comenzó—. ¡Te juro que no me traigo nada con ella!
—Esperarás que te crea, supongo.
—Erika, esa mujer llegó a mí ¡no sé porque! lo cierto es que, por alguna razón la andan buscando y... me Involucré demasiado en sus asuntos y temo que ahora estén buscándome a mi también...
Siguió contándole todo explícitamente a la mujer que con cada cosa se sentía más enredada.
—Lo que estás pidiéndome es demasiado Geoffrey. Soy tu amiga desde hace años, sí, pero debes entender que no puedo meterme en eso. ¿Qué si es una mujer muy peligrosa? estaría involucrándome y no puedo hacerlo. ¡Sabes perfectamente que estoy peleando la custodia de mi hijo y eso, eso sería tomar las de perder!
—Tienes muchos condominios. No estoy pidiéndote que la dejes en este, pero, por favor...
—¿Y qué con Beatríz? me acabas de decir que...
—Sé lo que te he dicho, pero...
—Están en planes de boda. Debes ser sincero con ella —desvió su mirada a la chica dentro del auto—, y además por lo que me cuentas esa chica necesita atención médica. ¡La has sacado del hospital!
—¡Si la dejaba ella diría a los comisarios y pensarán que soy cómplice! —gritó—. Disculpame, estoy alterado.
—No lo sé Geoffrey... No sé si ayudarte. Eres mi amigo, sí. Pero esa mujer implica muchos problemas y ya tengo suficientes como para buscar más. Deberías pensar lo mismo.
—Lo hago. Sé que estoy metiéndome en la boca del lobo, pero no será por mucho tiempo.
Su amiga lo miró y suspiró.