El camino hacia la central de autobuses fue en un incómodo silencio ya que ninguno de los dos se atrevía a emitir palabra alguna. Alice se dedicó a observar las vallas publicitarias a través de la ventana y Royce, Royce a pensar en una buena excusa para decirle a su madre. Reconocía perfectamente que es mayor de edad, sí, pero sin embargo consideraba deberle una explicación y no solo a ella, sino también a Beatríz.
Cuando los grandes autobuses aparecieron en su campo de visión la chica soltó un suspiro y nerviosa alcanzó su morral para sacar una gorra de color marrón y ponérsela para así pasar desapercibida.
—Aquí te dejo —se sorprendió al escuchar en esa oportunidad la gruesa voz de Royce—. Bájate, y adiós.
—Sí, gracias —desvió la mirada hacia los transeúntes que se dirigían a la central—. Sé que todo fue en contra de tu voluntad, pero aun así debo agradecerte y no sé el porqué. Andate con cuidado, y sobre todo, cuida a los tuyos porque...
—Puedes bajarte —interrumpió con tono molesto.
—Está bien.
Se dio una última mirada en el retrovisor para asegurarse de no verse como la chica que salía en las noticias siendo buscada por las autoridades, y luego abrió la puerta para así salir del auto. Una vez que bajó, cerró la puerta y miró a través de la ventana hacia el interior para después caminar hasta la taquilla y comprar su boleto.
Royce la siguió con la mirada hasta que la morena se formó en la fila, y soltó un suspiro a la vez que se recostaba al respaldo del asiento. Por fin. Sólo le quedaba dar un par de explicaciones a su madre, prometida y demás conocidos para volver a su rutina de antes.
Apoyó su frente al volante y en ese momento todo sucedió muy rápido en el exterior: Alice verificando los datos del boleto que adquirió mientras cruzaba la calle y un auto de color negro a toda velocidad llevándosela por el medio. Algunas personas cubrieron sus bocas asombradas, otros gritaron al escuchar el impacto y ver a la chica tendida en plena calle con sangre a su alrededor.
Royce ajeno a esa situación encendió nuevamente el motor y arrancó el auto pasando al lado del alboroto. Es en ese momento cuando vio a lo lejos a la morena boca abajo y sus pertenencias a un lado.
—¡Una ambulancia! —gritó una mujer al borde de la desesperación.
—¿Está muerta? —cuestionó un señor.
Decidió bajar del auto cubriéndose con el suéter para evitar ser reconocido y sintió un escalofrío al confirmar que sí se trataba de ella. Se sintió mareado con las voces de los testigos afirmando distintas opiniones y aún más cuando escuchó la sirena de una ambulancia cada vez más cerca. Agradeció internamente que no hayan medios noticieros.
—Signos vitales muy bajos —la voz de uno de los paramédicos lo hizo reaccionar y miró cómo la chica recibía atención inmediata.
Sin pensarlo mucho subió a su auto e intentó seguir detrás de la ambulancia.