Una reluciente rubia paseaba las áreas del hotel con una sonrisa en sus labios. Se sentía feliz y agradecía que él le haya querido regalar un viaje como ese para poder alejarse de su oficio por unas semanas.
Quitó los lentes de sol dejándolos en la parte superior de su cabeza y ocupó un taburetes frente a la barra. Sonrió cuando el barman hizo lo mismo, y después de ordenar se perdió entre las personas que se encontraban en sus respectivas mesas tomando copas de vino, o cualquier otro tipo de bebida.
Hace días que no recibía llamada de su prometido, asumía que ha de estar ocupado con alguna presentación o en eso de su nuevo proyecto discográfico. Sin embargo, no podía dejar de sentirse inquieta ante ese repentino olvido.
—Aquí tiene, señorita —el barman dejó el daiquirí sobre la barra.
—Gracias —respondió secamente y desvió la mirada. Hallaba guapo al chico, sin embargo, éste sólo podría ofrecerle una noche y no lo que su prometido le ha dado en el tiempo que llevan juntos.
Observó su mano fijándose en el precioso anillo que reposa en su dedo y rozó el mismo con el pulgar. Después de todo, estaba muy lejos de él y nadie tendría porque enterarse. Tenía necesidades como mujer y justo en ese momento que pensó en su futuro esposo esas necesidades se habían activado y debía alivianarlas. Es por eso que terminó en el pasillo de su habitación con ese hombre besándola frenéticamente, cosa que la hacía desear más. Mucho más. Se adentraron en la habitación y el barman cuidadosamente de no ser reconocido por algún otro empleado cerró la puerta. Se dejaron caer en la espaciosa cama y se perdieron entre toques desenfrenados y gritos de placer.
Al día siguiente ya era algo tarde cuando el móvil sonó desde algún punto de la de la habitación. Soñolienta buscó con la mirada hasta dar con el mismo junto a su brasier, sobre un sofá.
—¿Bueno? —arrugó su entrecejo y después vio de quién se trataba. Todo su cuerpo se tensó al ver que era su pareja, observó al hombre que dormía boca-abajo en su cama y entró rápidamente al baño—. Mi amor.
—No soy tu amor, Beatríz.
—¿Víctor, qué haces con el teléfono de él? ¡¿Lo haces para molestarme?! ¿Es eso? —alzó la voz—. Olvida lo que sucedió. Ahora pásamelo, quiero hablar con él.
—No Beatríz. Llamo para decirte que Royce no aparece desde ayer, estábamos en club y al parecer hubo un enfrentamiento. Encontré su móvil tirado pero aun así no se ha reportado desde anoche.
—¿Qué?
Todo su mundo de fantasías, viajes y copas de vino desapareció al saber que su prometido no se ha reportado después de varias horas.
—No es todo, Beatríz. Cuando fui a su casa para hacerle la invitación estaba con otra mujer —pudo notar el tono de burla con lo que dijo eso—. Él te engañó, querida. Al parecer no eres la única infiel de esa relación.
De todo lo que le dijo, lo único a lo que prestó atención es a eso de otra mujer. Él la estaba engañando, y eso no lo podía permitir.