Capítulo 3

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Abandonó el probador pasando desapercibida entre las chicas que estaban en ese pasillo midiéndose algunas prendas y cabizbaja caminó hacia la salida de la tienda, y cuando por fin salió, se alejó de allí.

Había sido muy siligiosa y se felicitó mentalmente por eso. Aferró sus manos a su mochila y comenzó a caminar entre las personas, ganándose algunas miradas perversas de los hombres.

—¿Y ahora vamos al estacionamiento, papi? —una niña junto a un hombre pasó a su lado.

Al escuchar estacionamiento una idea cruzó por su mente. Los siguió hasta llegar al sótano y miró su alrededor perdiéndose entre los autos que estaban estacionados; desde el más pequeño y menos lujoso hasta el más costoso y de última moda. La bocina de un auto la hizo sobresaltar, observó al frente y por la ventanilla se fijó en la misma pequeña. Ésta le sonreía con inocencia y para Alice fue un puñal directo al corazón. Recordó todo; desde hace unos cinco años, hasta ahora.

El auto siguió su rumbo y volvió a quedar sola en aquél escalofriante lugar.

—Algún día pequeña, algún día vengaré lo que te hicieron cuando estabas bebé. No perdono que te hayan alejado de mi lado —habló para sí misma.

El desbloqueo de un auto la sacó del pasado que estaba recordando y miró su alrededor.

—Sí Martin, salgo ahora mismo para allá. Por favor entreten a los productores hablándole sobre... no sé, ¡sé bueno para improvisar! Te vuelvo hablar cuando esté cerca.

Observó a aquel hombre que hablaba por teléfono y que luego de cortar la llamada se entretuvo con su móvil. Desbloqueó el arma haciendo que él voltease, y al observar aquella cosa dejó caer su teléfono.

—¿Qué es esto? —por inercia alzó sus manos—. ¡No tengo nada! ¡Lo único que podrías llevarte es el auto!

—Un chico muy imputual ¿no?

Agitó el arma haciendo que él retrocediera hasta chocar con el auto.

—Toma las llaves.

Rebuscó en su bolsillo hasta dar con las mismas y las extendió. Alice no dudo en agarrarlas y sonreír.

—Con que eres muy bueno improvisando, ¿no es así?

—¡Ya lárgate! ¡Llevate el auto! ¡O agarra el móvil! —se agachó para recogerlo.

—Nunca le grites a una persona que tenga tu vida en manos. Gracias por las llaves, pero necesito otra cosa.

—¿Dinero? ¡¿Necesitas dinero?!

—Necesito algún lugar dónde llegar. No hoteles, no habitaciones en alquiler. Sube al auto.

Lo hizo caminar hacia el lado del copiloto y una vez que el hombre se subió, ella ocupó el del piloto. Introdujo la llave y encendió el mismo, retrocedió para salir pero se llevó un basurero.

—¡Maldita sea! —golpeó el volante—. No sé cómo mierda mover esta cosa. Úbicate aquí y yo me sentaré ahí. Sólo déjame decirte algo hombrecito, algún movimiento extraño cuando estemos aquí y no dudaré en presionar el gatillo ¿me oyes? —no recibió respuesta— ¡¿Me oyes?!

—¡Sí! ¡Te oigo, joder!

Intercambiaron asientos y él se encargó de alejarse de los demás vehículos. Buscó el ticket del estacionamiento en la guantera y lo mostró a los de seguridad. Los dos vigilantes de turnos detallaron a la morena e intercambiaron algunas palabras; dijeron algo por radio y uno de ellos se apoyó en la ventanilla.

—¿Todo bien, joven?

—Sí. Todo bien oficial —mintió aguantándose las ganas de gritarle que su vida corría peligro.

—¿Con usted chica? ¿Todo bien?

Fijó su vista en ella y después el otro hombre habló—: los noto tenso.

—Todo bien, oficial. Problemas de parejas —sonrió—. ¿Ves amor? Te dije que no debíamos salir con nuestros problemas. ¿Podemos continuar? Tenemos una hija que nos espera en casa.

—Que tengan un buen día.

El oficial los dejó salir y ella volvió a sacar el arma que había escondido en la guantera. Obligó al chico a que la llevara a su casa. Él manejaba nervioso; no era fácil hacerlo mientras sentías aquello en tu abdomen y con la idea de que en cualquier momento podría presionar el gatillo.

Hora y media después entraron por un portón de color negro, donde él estacionó y avisó que habían llegado.

—¿Cámaras? ¿Vigilancia? —le interrogó la castaña mientras se dirigían a la puerta principal para entrar.

—Nada más alarma.

Inmediatamente entraron el celular volvió a zonar.

—Dame eso.

—¡Debo contestar!

—Bien. Contesta. Todo está bien ¿entiendes? No puedes recibir visitas por hoy, ni salir. ¡Invéntate cualquier cosa!

Él contestó y conversó con su amigo Martin inventándole que no se sentía bien como para asistir a la reunión. Alice daba vueltas en la sala, observando algunas fotografías que yacían en la pared. Fijó su vista en un reconocimiento o al menos así decía ese portarretratos.

¡Vaya! —exclamó agarrando aquello y viéndolo mejor—. Cuando pensé que este día se iría a la mierda llegas tú. Me serás de mucha ayuda, Geoffrey Royce Rojas —finalizó con una sonrisa.


Alice (Prince Royce)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora