Dos días pasaron desde que Alice se enteró de la muerte de Bestia, quien fue su único amigo y hombre sincero en su vida. A quien le dedicó las más sinceras sonrisas y con quien compartió los más sinceros besos. Volvieron a casa después del momento que pasaron con la trigueña del barrio, Royce por su parte ese día sintió que su vida dependía de un hilo y Alice abrumada por todo lo que supo aquella tarde.
Seguía sin superar las palabras de la madre de Bestia diciéndole que su bebé murió días después. Ella vivía con la esperanza de encontrarla, pedirle perdón y ya después entregarse a las autoridades pero nada de eso podría hacerlo ahora. Tampoco tenía el valor de leer la carta que Bestia dejó antes de morir, no se sentía lo suficiente fuerte como para hacerlo; más bien se sentía rota, vacía y sin ánimos de seguir buscando un motivo por el cual permanecer fugitiva.
Se encontraba sentada en el sillón frente a la habitación principal mientras Royce se duchaba, cuando el timbre sonó e inmediatamente se sentó. Si la policía la siguió puede aclarar que tenía a ese chico en contra de su voluntad, pero si es Bruno que dio con ella no habría mucho qué hacer.
Bajó corriendo las escaleras y una vez frente a la puerta, acomodó su bata de baño y abrió lentamente hasta dar con una mujer. Una rubia muy elegante estaba frente a ella; quitó sus lentes de sol mirándola con superioridad y sonrió al verla.
—Hmm, no pensé que contrataría a una chica para el servicio —nada más con su tono de su voz logró irritarla.
—No soy de servicio, al menos no de ese que estás imaginando —cruzó sus brazos.
—¿Dónde está él? ¿Quién eres tú y qué haces en la casa de mi prometido? ¡Te estoy hablando! —alzó la voz.
Royce cerró la llave de agua y permaneció dentro unos minutos. De seguro si días atrás se hubiese imaginado eso, se habría reído hasta más no poder porque le parecería una locura. Perdió varias presentaciones, no se ha reportado en sus redes sociales, no ha llamado a Beatríz ni ha estado en contacto con su familia.
Todo se estaba yendo hacia atrás, se sentía perdido cada día y no podía esperar a que esa mujer decida irse y así continuar con su vida. Cuando salió del baño observó el teléfono local desconectado y sintió que era el momento de reportarla con la policía.
—¡Tu prometido está ocupado, barbie! Así que es mejor que te vayas y no vuelvas hasta que él decida buscarte. No te creas importante por llevar un perfecto anillo que él te ha dado —se pasmó al escuchar las voces en la primera planta.
—Eres una cualquiera. ¡Sabrá Dios de que alcantarilla te sacó! Porque la clase es algo que en ti no existe, querida.
—Si es así, está claro que prefiere a las roedoras como yo, que a las gatas como tú —alzó la ceja y dio un paso hacia la rubia.
—Quiero que él mismo baje y me lo diga.
Royce apareció en medio del intercambio de palabras, su ceño estaba fruncido y miró a Beatriz como si se tratara de un bicho raro.
—¡Mi amor! —chilló y se acercó a él rodeando su cuello—. Tu chica de servicio es una mal educada, ¿cómo permites que esté en la sala y me trate con tanta familiaridad?
—Beatríz —aferró sus manos en su cintura y no dejó de mirarla— te hacía en México...
—Decidí adelantar mi regreso. Te extrañaba, cariño.
—Yo...
—Royce, pídele que se vaya ahora mismo o...
—Si Beatríz, será mejor que te vayas.
—¿Qué? ¿La estás prefiriendo a ella antes que a mí, que soy tu prometida?
Royce tuvo que desviar su mirada para no demostrar que le dolía echarla de esa manera. Para él sería un placer permitir que se quede y que sea la morena quien vaya.
—Me iré, pero no me creas tan estúpida como para no volverte a buscar. No me dejarás Royce, no así como una cualquiera y muchos menos por una rata como esta —la miró de reojo asqueada—. Te veo luego.
Y con eso se retiró moviendo sus caderas exageradamente. Una vez solos, él gritó y pateó una pequeña mesa dejando caer algunas cosas.
—¡Todo es por tu jodida culpa! ¡Vete de una vez! ¡¿Qué esperas?! ¡Dijiste que lo harías! ¡He alejado a las mejores personas y he perdido por ti!