Luego del intercambio de palabras con la rubia y lo que le dijo Geoffrey, Alice articuló únicamente un "mañana me iré" y con eso dio por finalizado ese tema, para meterse de lleno en sus pensamientos acerca de lo que haría al salir de esa casa.
Al día siguiente a eso de las siete de la noche se encontraba ordenando el morral desgastado con el que escapó. En él guardó algunas prendas que compró cuando encontró en Geoffrey la manera de encubrirse, y también algunas medicinas que necesitaría en algún momento. Geoffrey estaba tumbado en el sofá de la sala, con expresión seria y mandíbula apretada. Seguía sin superar que el día anterior haya echado a su prometida para "proteger" a una prófuga.
El timbre resonó en toda la casa y se puso de pie esperanzado de que sea Beatríz, pero al abrir la puerta su sorpresa fue otra.
—Beatriz me lo ha dicho. ¡Y no lo puedo creer! —exclamó la mujer de contextura gruesa, y se adentró—. Has engañado a tu prometida. ¡¿Qué tienes en la cabeza?! ¿Así te hemos educado?
—Mamá... —parecía nervioso— ¿que haces aquí? no me llamaste para informar que, que venías.
—¿Ahora también debo avisar para visitarte? Es el colmo, Geoffrey. Me tienes muy, muy decepcionada.
—No es eso, es que...
—No tenía planes de venir hasta acá pero Beatríz me llamó muy mal y me contó todo. Hijo, ¿qué te sucede? de pronto te pierdes por varios días, no asistes a algunas presentaciones, no llamas a tus hermanos ni te comunicas conmigo.
—Yo, yo... han pasado muchas cosas mamá pero si hablo de más no solo yo estoy en...
—¿Dónde está? Quiero ver a esa mujer Geoffrey, y no para reclamarle porque tú ya estás muy grande y sabes lo que es correcto o no, sólo quiero verla.
—No es necesario...
Alice dejó el morral a un lado de la puerta para luego revisar en el clóset y sacar un suéter ya que el clima estaba algo fresco. Suspiró al conseguir el arma donde la dejó al mediodía y rozó sus dedos en ella.
—Estoy lista —avisó cuando sintió a alguien entrar a la habitación—. Ya puedes llevarme a la central de autobuses.
Se dio la vuelta aún con el arma en manos y la reacción de la señora fue retroceder hacia atrás.
—¿Por qué tienes un arma? —cubrió su boca nerviosa como muestra de asombro.
—¿Y usted quién es?
—Mamá, es para defensa personal y es mía —intervino Royce.
—¡Mentira Geoffrey! Tú jamás has tenido una de esas cosas en tu poder. ¡Saca a esta mujer ahora mismo de tu casa! —gritó al borde de la desesperación— o me veré obligada a...
—Un placer conocerla, señora —Alice dijo en voz baja y luego miró a Royce de reojo—. Déjame en la central de autobuses, por favor.
—Claro —siguió con la mirada a la morena hasta verla salir de la habitación—. Ya vuelvo mamá, espérame acá porque debo explicarte todo.
—He dicho al taxista que pase por mí en dos horas así que no tardes.