Alice siguió su camino hacia la cabaña y una vez dentro se sorprendió al ver todo igual. Tal vez un poco más feo y sucio, pero cada cosa seguía en su lugar de acuerdo a la última vez que estuvo allí. No podía creer que no haya olvidado la dirección después de mucho tiempo; cuando vio la ruta que agarraron la noche anterior supo que ese lugar sería la salvación para pasar su noche, y el día siguiente.
Habían cajas en el piso, una mesa redonda y llena de telarañas en medio del pequeño espacio. También unas sillas de madera, una chimenea y una rústica cama individual del mismo material. No entraba suficiente luz y los focos estaban vacíos, por lo que se acercó a una de las ventanas y quitó un pedazo de cartón que impedía la entrada de la luz natural.
Geoffrey consideró irse pero las palabras de esa mujer lo dejaron más atormentado. ¿Y si ese hombre lo reconoció? suspiró frustrado y pateó una gran piedra, sintiendo un poco de dolor en los dedos de su pie. Estar rodeado de árboles, ramas secas, rocas y tener un río cerca no era de su agrado. En ese momento es cuando más extrañaba su cómoda cama, la habitación de un hotel y los brazos de algún ser querido.
—No sé el camino de regreso —lo escuchó decir cuando entró—. No quiero correr más riesgo y que ese hombre me encuentre.
Alice volteó los ojos y continuó sacudiendo la pequeña cama.
—Esta noche será una pesadilla.
—Ya sabes cual es tu otra opción.
—¿Qué pasará con el auto?
—Lo más seguro es que crezcan lindas plantas en él, se llene de telarañas con el tiempo y sea un gran descubrimiento para los mochileros más adelante.
—¿Estás riéndote de mi?
—No tengo porqué hacerlo. No me causas ni la mínima gracia.
Lo sintió respirar con pesadez e intentó centrarse en las tiras de su sandalias que estaban alrededor de sus piernas. Comenzó a quitarlas, y luego las dejó un lado.
—Si me hubiesen dicho tiempo atrás que una loca me secuestraría, me traería a un lugar como este y pondría mi vida en riesgo no lo creería.
—Te dije que te dejaría ir cuando yo lo vea conveniente ¿no? Pues ese momento es ahora. Puedes irte, hazlo, no te estoy reteniendo más ni estoy apuntándote con un arma —frotó su rostro.
Él no respondió nada. Obviamente deseaba irse pero su cobardía no se lo permitía en ese momento, no sabía con qué podía encontrarse al otro lado de esos árboles.
—Respóndeme algo —la morena lo miró con atención—. ¿Estoy en peligro? ¿Las personas cercanas a mi lo estarán?
Alice entreabrió los labios para responderle pero ¿qué decirle? si conocía muy bien a Bruno, es capaz de cualquier cosa con tal de dar con la identidad del chico que le ha dado un techo todos esos días aun sabiendo que ha sido forzado.
—Estás a tiempo. Estás a tiempo de alejarte y no permitir enrollarte más conmigo.