Alice decidió salir a caminar a los alrededores del río que a esa hora transmitía tranquilidad a su mundo lleno de problemas. Llevaba más de hora y media sentada sobre una gran roca a la orilla del río, con sus pies dentro de la fría a agua. Sonrió al ver a las pequeñas sardinas nadar, y optó por hacer lo mismo. Se puso de pie y deslizó su vestido hasta que el mismo cayó sobre la tierra para después meterse.
Nadó durante un buen rato sintiéndose como una de esas sardinitas: sin preocupaciones, en un mundo que sí es suyo y libre. Movió sus extremidades para mantenerse a flote y recorrió con su vista lo vivo del lugar.
—¿Qué tal el agua, eh? —la chica alzó su mirada encontrándose al hombre con el cual había pasado la noche en ese lugar con el único fin de mantenerse a salvo.
—Está muy fría —sonrió— y porque te conozco sé que no te meterás. ¿Y tú cómo sigues? ¿Aún te duele mucho el tobillo?
Lo siguió con la mirada hasta que él se deshizo de su ropa y se adentró al río haciendo una mueca que a ella le causó risa.
—Estoy bien —sacudió su cabello salpicándola—. Bruno llamó, no está enojado como hemos pensado ya que todo pareció marchar mal antes de que llegáramos.
—Eso me sorprende —se acercó a él nadando—. ¿Por qué?
—¿Por qué? —repitió sin entender esa pregunta.
—¿Por qué no todo puede andar bien para una chica como yo, por qué no me esforcé mucho antes e intenté alejarme lo más que pude de este negocio, por qué él se empeñó en mí...?
—Shh... —acarició sus mejilla— son tantas preguntas que me gustarían responder, sin embargo, ni yo lo sé.
Se abrazaron sin entender de a mucho porqué ambos se sentían cómodos con la compañía del otro y se mantuvieron así por varios minutos.
El día anterior algo había salido mal con uno de sus negocios y terminaron en ese lugar donde después de todo se sentían lejos de ese mundo lleno de narcos, asesinos, secuestradores. Sólo eran ellos dos.
—Bestia... yo, no te amo. Considero que es una palabra muy grande como para decirla luego de unos cuantos besos pero créeme, créeme que me siento diferente. Y aunque esta burbuja se disuelva cuando subamos al auto y volvamos a nuestra realidad, lo mantendré como un lindo recuerdo.
Al terminar de decir esas palabras, se besaron con calma; disfrutándose y es así como terminaron entregándose uno al otro.
—Necesito que me guíes a donde está mi auto. Tengo una llanta de repuesto.
Se sobresaltó al escuchar esa voz que la sacó de su ensimismamiento y asintió pesadamente.
—¡Eres un genio! —añadió con sarcamo aún mateniendose a flote— ¿ahora es que te darás cuenta que tienes una de respuesto?
—Pues sí, y tan genio no soy porque sino no estaría aquí en este lugar.
—Se trata de disfrutar el pequeño paraíso, de mirarlo con otros ojos y no como lo estás haciendo tú —sonrió con superioridad.
—Si tanto te gusta este lugar, quédate aquí viviendo... Yo, yo iré en busca del auto.
—¡Cuidado con el tigre! —gritó y aguantó las ganas de reír. El llorón dio la vuelta y en ese momento la morena decidió lanzar una piedra ocasionando un pequeño ruido que lo hizo retroceder con los nervios a millón.
Alice nadó al otro extremo sin darle importancia pero aguantando las inmensas ganas de reír.
—¡Joder! —exclamó Royce cuando cayó accidentalmente al río.
—Necesitabas un baño —se burló acercándose a la orilla. Le dio la espalda y escurrió su cabello déjandolo caer sobre su hombro—. Iré por el auto. Si gustas seguir nadando, cuídate de las sardinitas —dicho eso salió a la superficie dándole la espalda.
Alcanzó su ropa y segundos después se vistió sin tener la mínima intención de secarse.