Capítulo 28

104 16 2
                                    

La mirada de aquel hombre logró aumentarle los nervios al momento de entrar a lo que parecía ser un viejo local. Se encontraba devastada, se sentía sucia y lo único que quería hacer en ese momento era dormir por más de setenta y dos horas.

Jefe, ha llegado rápidodijo uno de sus hombres saliendo de un pequeño cuarto.

—Así es Bestia, y esta vez, traigo premio para todos nosotros —empujó a la chica haciéndola quedar en el medio—. Me le das atención VIP, y eso si, nada de música hasta pasado mañana. Nuestra bebé está de luto —fingió un puchero y segundos después carcajeó.

Se removió incómoda sobre el colchón obligándose a no abrir los ojos por temor que se tratara de una realidad y no de una pesadilla.

Hola preciosa —ese hombre se recostó al marco de la puerta sonriéndole, y entre sus labios sujetaba un cigarrillo—. He encontrado la manera de firmar nuestro trato. Techo y comida a cambio de que trabajes para mí, ¿lo recuerdas?, porque yo no he dejado de pensar en eso...

Su labio inferior tembló e intentó ponerse de pie.

He traído esto para ti. Un pequeño obsequio de mí, con mucho cariño, para ti.

Mostró un arma de color negra.

Aún no está cargada, pero mañana te enseñaré cómo —se acercó lentamente a la morena intimidándola— y ya que no hay nadie más aquí, te enseñaré muchas otras cosas más como manera de cerrar nuestro trato.

La empujó tan fuerte que la chica emitió un grito de dolor cuando sintió algo golpear su espalda pero eso a él no pareció importarle ya que lo siguiente que hizo fue posicionarse sobre ella.

Aún escuchando sus sollozos y fallidos intentos de zafarse desabrochó su pantalón, bajó su ropa interior y la embistió con tanta fuerza. Sonrió sastifactoriamente para después comenzar un vaivén rápido.

—No... no... ¡No! —gritó sentándose en la cama. Llevó una de su manos al área de su corazón que latía frenéticamente y dejó ir una gran cantidad de aire.

Estaba completamente empapada de sudor. Tan intensa fue su pesadilla que no se percató que ya había amanecido.

¿Pero que ha sido todo eso?, pensó.

Ese día Geoffrey despertó muy temprano y se alistó rápido. Quería salir lo más pronto posible antes de tener que mentirle a su prometida y a su madre acerca de lo que tenía que hacer.

—Buenos días amor —escuchó la voz soñolienta de Beatríz—. Pero si es muy temprano, ¿a dónde vas?

—Debo ir hasta el otro lado de la ciudad a resolver cuestiones de trabajo. Nada más.

—Está bien —se estiró—. Yo también tengo cosas que hacer para lo de mañana.

—Nos vemos más tarde —le dejó un beso y tomó sus cosas antes de salir de la habitación.

Beatríz no tardó en sentarse en forma de indio y alcanzar su móvil para ver la hora. Rato más tarde se estiró lo suficiente y se dispuso a hacer una lista en el móvil con cosas que debía comprar. A esos de las once de la mañana Beatríz estaba lista para salir. Su suegra salió minutos antes, sus cuñados se divertían en la piscina y su suegro se encontraba preparando el almuerzo.

—Bea, ¿quieres que te acompañe? sólo me cambio y nos vamos —ofreció su cuñada.

—No Nelli, puedes seguir en la piscina. Todo esto lo he organizado yo y debo cargar con el paquete —rió.

—Bueno. Cualquier cosa no dudes en marcarme.

Dio un asentimiento y se despidió antes de caminar hasta su auto. Había solicitado al jardinero para ese día, sin embargo afuera no había nadie. Suspiró y desbloqueó el coche.

—¡El teléfono! —recordó en voz alta.

Dejó su cartera en el asiento y se devolvió a buscar el mismo. Miró a todas partes cuando de repente se sintió observada pero tras recordar que no había nadie más danzando por allí, ladeó la cabeza y terminó de ir por el móvil.

No tardó ni cinco minutos.

Finalmente subió al auto y gritó cuando miró el retrovisor.

—Shh —ese hombre, desconocido para ella, cubrió su boca.

Se removió intentando soltarte y así salir del auto.

—¿Dónde está? —preguntó furioso—. Me dieron el dato de que esa perra estaba aquí. Así que si intentas cubrirla podría irte muy, muy mal, preciosa. Voy a dejarte hablar pero si gritas, lo lamentarás.

Asintió lentamente y cuando él quito su mano quiso gritar por ayuda.

—¿Dónde está? ¡¿Dónde está esa perra?!

—No, no sé de qué me hablas...

—Hagamoslo fácil ¿vale?

Sacó un teléfono y mostró una fotografía. En ella lucía una más joven Alice; su largo cabello caía sobre sus hombros y sonreía naturalmente.

Beatríz no tardó mucho en reconocerla. Agrandó sus ojos y desvió su mirada hasta el tipo.

—Una vez la vi aquí. Fue una empleada de mi prometido pero no volvió más.

—¿Estás diciéndome la verdad?

—¡Estoy diciéndote lo único que sé!

—Por si me estás mintiendo te dejaré un recado para que se lo des. Dile que Bruno le manda saludos, y que no descansará hasta tenerla nuevamente.

Alice (Prince Royce)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora