Capítulo 13~

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Alcé la mirada hacia Natalia y nos pusimos a mirar las fotos de nuestro apartamento. Estaba todo tirado por el suelo, roto... Repasamos de nuevo el último mensaje, nos estaba viendo.

Me giré hacia la puerta. Abierta… Esto significa que podría haber sido cualquier persona que pasase en ese momento por la puerta.

  -¡Ey Alba! – La voz de mi amiga me sacó de mi remolino de pensamientos – Esto es más serio de lo que pensamos – Dijo susurrando por miedo a que la oyesen – Tenemos que decirle a la policía o a alguien lo que está pasando.

Alcé mi mano un momento pidiéndola con mi gesto que me diese unos momentos para pensar. Ella calló.

Si nuestro apartamento estaba destrozado, quiere decir que entraron en él. No hay que ser un genio, pero si hay que saber si la cerradura estaba forzada. Si estaba forzada, podría haber sido cualquiera; en cambio, si no estaba forzada, solo unas pocas personas podrían haber entrado.

Mi gesto se endureció, apreté mi mandíbula y mis ojos mostraron una mezcla de furia y miedo. Miré a Natalia, tenía el mismo gesto que yo, probablemente estaba pensando lo mismo.

  -Hay que mirar como está la puerta – Dijo ella en un susurro. Asentí con mi cabeza y me puse en pie y le tendí la mano a Natalia.

Pasado un tiempo de tomar nuestra decisión llegamos a nuestro edificio. Saludamos al portero cuando pasamos por su lado pero él nos detuvo.

  -Natalia, ha venido tu hermano y te ha dejado un paquete en tu casa.

El hombre sonrío, pero nuestras caras eran un total espanto. ¿Cómo deja ese hombre entrar al hermano de Natalia en nuestra casa? ¿Y si no era su hermano? Las dudas me asaltaban.

  -¿Le dijo que era mi hermano? – Preguntó Natalia titubeando

  -Sí – Afirmo el hombre.

  -Pero... – Interrumpí esta vez yo - ¿Qué garantías tenía usted de que ese hombre era su hermano? Quiero decir, ¿y si le engañaron?

El hombre cambió su gestó de tranquilo y feliz a nervioso y asustado. Natalia estaba de piedra, no reaccionaba.

  -Se presentó y traía una cesta y una caja. Tenía una llave. No lo sé, su aspecto hacía confiar… Lo lamento.

  -No… No es na… Nada. Ya nos vamos – Dijo Natalia agarrando mi brazo y subiendo rápidamente por el ascensor hasta nuestra planta.

Estaba desierto. Y ahí estaba nuestra puerta en el céntrico edificio de Madrid. Cerrada.

Saqué las llaves de mi bolsillo y la abrí bajo la atenta mirada de Natalia. Sonó un ensordecedor chirrido cuando la puerta se abrió mostrando ante nuestros ojos el desastre.

Sillas tiradas, el sofá movido, la televisión en el suelo al igual que la mesita de café. Cajones abiertos, marcos de fotos tirados. Cristales, vasos y platos rotos. Un completo desastre.

Las puertas que daban a nuestras habitaciones permanecían cerradas. Aún estábamos en el umbral de la puerta y no había rastro de ningún paquete ni ninguna cesta.

Nos adentramos más en nuestra casa. Sin pensarlo un momento me dirigí hacia mi habitación y Natalia hizo lo mismo.

Abrí mi puerta, no quería mirar el desastre. La habitación estaba como yo la había dejado 2 noches antes.

Solo una cosa estaba fuera de lugar, un paquete. Una caja de cartón envuelta en papel marrón, el típico papel con el que se envuelven todos los paquetes. Lo cogí y salí de la habitación.

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