Capítulo 23~

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‘Cuando algo llega de golpe a tu vida, no sabes como actuar. Puede ser bueno, y llevarte una alegría; por otro lado, puede ser malo y destrozarte por completo. Yo, personalmente conozco como la palma de mi mano las malas sorpresas, y puedo aseguraros que ninguna piedra que he pateado, se puede comparar con la que he chocado ahora. Las otras son pasajeras, esta me puede cambiar por completo...’ – Alba Gómez Carmona

NARRA NIALL

Llevábamos unos 15 minutos caminando, seguramente los 15 minutos más largos de mi vida sin contar los de antes de las audiciones para ‘The X Factor’. ¡Qué tiempos! Y aquí estaba ahora, con la chica esta.

Samantha. Iba distraída, pasando mucho frío. Pero yo, como cordial caballero que soy, esperé a llegar a la plaza mayor de mi tan amado pueblecito para ponerle un brazo sobre los hombros. Allí nos vería todo el mundo.

Coloqué mi brazo sobre sus hombros con cuidado por si me pegaba algo y en el instante en el que los tacones de Samantha en el suelo de piedra de la plazoleta, varias miradas se posaron en mi. En ella. En nosotros.

Y en el instante en el que las miradas de las jóvenes adolescentes que allí había se enfocaron en mi brazo rodeándole el cuello a la bicha, una explosión de gritos se desató sin control alguno.

Muchas se acercaron. Rectifico, todas se acercaron. El silencio que anteriormente nos había rodeado, desapareció hasta que la fría brisa se lo llevó lejos de nosotros...

***

NARRA HARRY

‘Le Chat Noire’. Así se llamaba el nombre del tan esperado restaurante en el que degustaríamos la tan esperada velada Emma y yo. Un restaurante pequeño y, obviamente exclusivo en el que dejaría volar mi paladar, a la simple espera del tan esperado postre.

Cabe decir que hacia ya varios meses que no me… desfogaba, por decirlo de algún modo. Y, si la oportunidad y el momento ideal se presentan para ello, ¿por qué no aprovecharlo y dejarme llevar? Aunque solo sea por una noche, claro. Aunque, de nuevo se presentaba la necesidad de ser descubiertos.

A mi, sinceramente me importaba una mierda bien grande que nos pillaran, pero obviamente si lo hacían, que no me jodiesen de ningún modo la noche, por favor.

  -Caballero, acompáñeme a su mesa, por favor – Dijo el camarero, demasiado trajeado para mi gusto, pero perfecto para el resto de la población mundial. Bien Harry, esa es la actitud.

Me mantuve estático pese a la reclamación del hombre frente a mí, pero gracias a la guarra, es decir, Emma; salí de mi estado.

  -Cielito – Reclamó su chirriante voz haciéndome apretar la mandíbula – sabes perfectamente que en cuanto antes acabemos de cenar, antes degustaremos el postre – Comentó en un tono bajo, para mi fortuna, de nuevo.

Sonreí de medio lado por su recordatorio y me encaminé tras el hombre, con la lapa enganchada a mi brazo. Me senté en mi silla, y el camarero ayudó a Emma para mi beneficio, porque me niego a ayuda a la perra esta en algo, bueno, en algo si. ‘Todos sabemos que la harás llegar a donde nadie la ha llevado, picarón’. Mi mente habló conmigo, ya no me siento tan solo.

Emma tiró el abrigo estilo gabardina por alguna parte de mi habitación y se giró a mirarme con sus penetrantes ojos. Los mismos que usó aquella mañana en Portugal para desnudarme con el simple hecho de fijarlos sobre mí.

  -¿De qué quieres el postre, moreno? – Dijo seductoramente mientras se acercaba a mí contoneando sutilmente sus caderas cubiertas con la fina tela del vestido negro de lentejuelas.

  -¿Qué me ofreces? ¿Cuál es la especialidad de la casa? – Dije en un tono ronco terminando de acercarme, rompiendo los pocos centímetros que quedaban.

La besé. Besé a la arpía, pero que bien besa la jodida perra. Ahuequé con las palmas de mis manos su cara y ella agarró el pelo de mi nuca tirando de él un poco, provocando que un gemido saliera de mi garganta, entreabriendo mis labios unas milésimas que ella aprovechó para introducir su lengua y pasarla por toda mi boca.

Tiró de nuevo de mi pelo. ¿Por qué todas se agarran de mi pelo? ‘Podrías ofrecerles otro sitio para agarrarse, casanova’. Sonreí inconscientemente y separé mis manos de su cara para posarlas en su, cabe decir, bien dotado trasero dándola un impulso para que enredase sus piernas en mis caderas y dirigirla a la cama de la espaciosa habitación.

Sin separarme de ella, la tumbo con delicadeza en la cama. Puede que sea una infinidad de adjetivos totalmente groseros y merecidos, pero sigue siendo mujer; y yo nunca haría daño a una mujer, nunca. Echa su cabeza para atrás en un momento de debilidad, que yo aprovecho para atacarlo.

Cada milímetro de su cuello es besado húmedamente, y con leves soplidos sobre la zona provocando escalofríos en ella. Bajo mis manos con cuidado y recorro con ellas sus suaves piernas cubiertas con las finas medias color natural que lleva. Coloco las puntas de mis dedos donde se encuentra la cinturilla de las medias y tiro de ellas hacia abajo. Ella las saca completamente con sus pies y las deja caer sin conocimiento al suelo de madera de la habitación.

Subí de nuevo mis manos y con la impaciencia del momento arranqué el tanga ese, o como se llame, de encaje negro que llevaba bien ajustado a sus caderas y ante mis ojos se mostró lo que más oculto llevaba. Se dejó hacer y yo acerqué mis labios hacía su clítoris e hice lo que mejor se me daba, darla placer con mi boca y mis manos. Introduje un dedo en su interior y lo moví ágilmente haciéndola retorcerse bajo mi agarre.

  -Ohhh... – Susurró incoherente.

  -Si nena, muévete para mi – Susurré.

Movió sus caderas al compás de mis movimientos y cuando vi que estaba cerca de su final, con una torre de cartas construida en su interior a punto de caer, saqué mi dedo y aparté mi cara.

Bajé mis pantalones y el bóxer todo junto y sin pensarlo dos veces me coloqué en su entrada.

  -¿Lista? – Susurré cuando ella ya se había quitado el sujetador y el vestido.

Asistió con entusiasmo en su mirada y entré. Solté un “Ohhh” en un gemido, por la alegría de estar de nuevo en una situación así, y me quedé quieto unos segundos mirándola fijamente hasta que ella tomó la iniciativa y comenzó a moverse lentamente al compás de mis jadeos.

Salí casi al completo de ella y embestí de nuevo, esta vez más adentro, buscando sentirla más. Posé mis manos sobre sus pezones erectos por la excitación y me impulsé de nuevo sobre ella. Un pequeño grito de placer salió de lo más profundo de su garganta y supe que ese era el momento de acelerar los movimientos. Impulse unas cuantas veces más en su interior.

Algo dentro de mí se empezaba a construir unos minutos después de dar al gran paso. Nuestras caderas se movían al compás a un ritmo acelerado, y cuando creía que ya no aguantaría mucho más, ella cayó, y nada más sentirlo, mi cuerpo actuó y fue el momento en el que de verdad me dejé llevar, y caí yo también.

Justo después, mi cuerpo se desplomó sobre mis antebrazos y salí de su interior dejándome caer a su lado en la cama después de todo. Ella se arrastró y colocó su esbelto cuerpo bajo las sábanas y la manta de mi cama y susurró un “Buenas noches” antes de dormirse.

En ese momento, me di cuenta de mi error. No, no me refería al sexo, sino al condón, no había condón.

No me había puesto condón, pero había una probabilidad entre u millón de que estuviese embarazada. Estoy seguro. Ella comento que no estaba en el momento durante la cena. Lo recuerdo.

Love Your SmileDonde viven las historias. Descúbrelo ahora