IV. Cena exótica

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—Ese, ese vestido te queda muy bien —confeso Enrique haciendo énfasis en la U

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—Ese, ese vestido te queda muy bien —confeso Enrique haciendo énfasis en la U.

—No me convence del todo, se me desaparece el trasero.

—Por favor Wen, decide uno de una buena vez, ya recorrimos todas las tiendas de la plaza, es la segunda vez que entramos a esta —Lo hice polvo con la mirada y él de inmediato puso cara de «yo no fui».

La cena para anunciar el compromiso era al día siguiente y no teníamos nuestro atuendo. Enrique lo selecciono en el primer local donde entramos mientras que yo estaba que moría de no encontrar algo adecuado.

—¿Qué te parece este?

—Ese te queda mejor, creo que es el indicado.

Que te compre quien no te conozca› Dije en mis adentros.

Me gire a verlo cansada de que quisiera que comprara cualquier modelo con tal de marcharse del lugar

Volví al espejo, en el logre mirar a una chica con un vestido que le quedaba por debajo de los glúteos y un escote muy pronunciado en V. Me provocó una sensación incomoda en mi entrepierna, era como si al ver la más mínima cosa sexual algo se activará en mí, que me producía unas ganas salvajes de fornicar.

Entre veloz al vestidor a estimular mi clítoris y sentir el placer que necesitaba, el cual no tardo mucho en llegar.

—No me gusto ninguno, vamos a otra establecimiento —dije incomoda.

Pasando por un aparador Quique desvió la mirada en algo que llamo mucho su atención, me tomó de la muñeca y me hizo una seña para que voltear en su dirección.

—Ese es el ideal —señalo.

¡Comprado!

Desayunamos juntos lo que parecía mas bien comida por la hora y fue donde me comunicó que mi madre y su pareja llegaban esa misma noche, que quería que fuera una sorpresa para la cena, fingí asombro.

El pelinegro me llevo a casa, se fue a la universidad a entregar trabajos y yo me bañe como lo hacía sin importar la época del año, con agua caliente.

Se había llegado el día de volver a ver a mamá, me mude de su casa en Texas cuando descubrió que su esposo tenía una amante.

Para Judith el divorcio fue algo muy doloroso, darse cuenta que su nuevo matrimonio se estaba yendo en picada fue doblemente desgarrador. Tenía la estúpida costumbre de hacer de sus relaciones una Kalopsia y cuando se daba cuenta que la realidad era dura, fría y que la paleta para pintar la vida no solo mantenia tonos rosas, se rompia como vil muñeca vieja y sin valor.

Entró en una depresión en la cual no salía, pasaba el tiempo y ella se iba más al fondo, hasta que cayó sin escala al fondo del abismo encontrando sus peores demonios que la llevaron a querer quitarse la vida. Fue una gran impresión entrar a su habitación y mirarla tirada con las muñecas sangrando, pastillas regadas por todo el sitio y una gran dosis de alcohol. Sobrevivió de milagro, entonces decidí tomar mi distancia, porque mi vela se apagaría con la de ella si descubría que la amante de Bruno Méndez, su marido, era su única hija.

Ninfómana.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora