VII. Orquídeas húmedas

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Habían pasado tres meses desde que hice oficial mi compromiso y desde que empecé a corromper mi cuerpo y dignidad

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Habían pasado tres meses desde que hice oficial mi compromiso y desde que empecé a corromper mi cuerpo y dignidad.

Los hombres con los que me había acostado era una cantidad de dos cifras que me avergonzaba, eran individuos de todas las clases sociales, de cualquier color de piel, cabello u ojos, Mateo era el responsable de buscar esos clientes de los cuales cada vez necesitaba más, se había convertido en un requisito para mi día a día.

Mi madre, Bruno y mi tío habían regresado a Texas por sus trabajos. Mi tía Lilian se quedo a mi lado para ayudarme en conjunto con Nora a organizar mi boda y con ella su hijo el chantajista Vega.

Estaba dormida cuando a lo lejos escuché el sonido de mi celular avisando que había recibido un mensaje de texto. Desperté con desgana y lo tome, el reloj marcaba la media noche; el mensaje de Mateo decía. 

«Llegara un cliente a tu casa abre la puerta, le sumaré dinero a su cuenta por no pagar cuarto»

Estaba emputadisima por tener que recibir a un extraño en mi casa para fornicar, donde tantas veces lo había hecho con mi prometido, me parecía de lo más desagradable, pero era el precio del silencio y las consecuencias de comportarme como una ramera.

Me levanté de la cama al detectar el timbre de mi departamento, de inmediato me dirigí a la salida para atender; del otro lado de la puerta estaba un hombre adulto vestido de blanco, con cabellera larga y castaña, con un lirio dibujado en la mano.

Saludo amable y sin que lo invitara a pasar entro a mi vivienda. Recorrió con la vista el lugar, admirando detenidamente los cuadros de rosas que colgaban de la pared. 

—Me enviaron contigo Wendy —dijo con dulce voz.

—¿No tenías para un motel que tienes que venir a mi casa? —Me fue imposible quedarme callada y no expresar lo que pensaba, aunque no había molestia en mi tono de voz.

—¿Por qué lo haces, cuál es el motivo por el qué vendes tu cuerpo?

—¿Qué? no creó que tenga que discutir eso contigo.

El hombre fue disminuyendo la distancia entre los dos hasta yo quedar recargada en una de las paredes de la casa. Creí que me iba a besar y cerré los ojos antes de sentir sus labios. Al abrirlos él estaba murmurando cosas que no lograba entender.

No sabía que hacer por lo que deje que continuara hasta sentirme débil, la sala daba vueltas alrededor de mi cabeza perdí la fuerza y caí.

Me sorprendí al abrir los ojos y darme cuenta que estaba acostada en la cama de mi habitación. No encontraba explicación

Fui violada.

Volteé al reloj de mesa era de madrugada y todo había sido un sueño, uno muy extraño. 

Ninfómana.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora