XVIII. El títere de una sirena

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-Que bueno que decidiste salir de casa, te me ibas a oxidar ahí dentro

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-Que bueno que decidiste salir de casa, te me ibas a oxidar ahí dentro.

-Pues no creas que estoy con toda la actitud, estoy más segura encerrada viendo porno, que afuera estimulando mis genitales hasta con las nubes con forma de pene.

Ella soltó una carcajada sabrosa y contagiosa, amaba ese sentido del humor tan espotáneo, hacía de las cosas más simples un momento para admirar.

Recuerdo cuando no estaba tan daña y me bastaba con unos cuantos polvos a la semana o vídeos con tres x, venimos por primera vez a este lago, era en verano, el clima estaba de infarto y el lugar estaba tan lleno de gente, que parecíamos hormigas. Era la sensación del momento pues fue inaugurado, apesar de llevar muchos años en las afueras de la ciudad, parecía más bien un basurero. Un alma caritativa con mucho dinero, invirtió de su bolsa para limpiar, purificar y hacer turismo con este lugar, plantó árboles, construyó cabañitas, algunos corrales con animales que lo hacen ver como una granja y a la vez con tanta belleza que debería considerarse una maravilla del mundo, simple y perfecto.

Buscamos un buen lugar para comer que no fuera tan exótica la comida, no sabíamos si decidirnos por conejo, tortuga, serpiente o de plano hacernos una ensalada, en fin, nos decidimos por hamburguesa de cangrejo.

Después hicimos una caminata en la montaña, de regreso ya no podíamos con el dolor de pies por lo que alquilamos unos caballos para bajar, olvide el cansancio con la deliciosa fricción que hacía el caballo en mi entrepierna, cerré los ojos y me deje llevar por el movimiento, no sé en qué momento empecé a mover mis caderas imaginando cosas pervertidas.

- Onisse -grito Anel, sacándome de ese momento tan íntimo. Ella me miraba con sus anaranjados ojos llenos de miedo-. No hagas eso, asustas a las personas -dijo intentando sonreír.

La noche había llegado, mi mejor amiga se encontraba en los brazos de Morfeo, creo que terminó más cansada que cuando trabajaba toda la semana, hasta en la madrugada.
Se miraba tan sensual, sus piernas largas y delgadas eran iluminadas por la luz que entraba por la ventana, su piel negra brillante y su olor fresco seducían mis sentidos de una manera terrible. No podía dar crédito a las sensaciones que verla tan vulnerable me causaba, agité, fuerte mi cabeza para lanzar esos pensamientos director al olvido, pero se aferraron con las uñas a mí.

Salí corriendo de la zona de peligro, caminé hasta el lago que estaba despejado de turistas y me senté en la orilla del muelle de madera, mis pies no tocaban el agua y yo necesitaba enfriar mis ideas.

El viento soplaba frío con delicadeza, el cielo estaba estrellado y no logré localizar a la luna por ninguna parte, volteé por última vez a todos lados y al parecer lo único que me acompañaba eran los grillos cantando.

Me liberé de toda la ropa incluyendo la ropa interior y de un salto me sumergí en el lago.

-¡Mierda! -grite, el agua estaba congelada, entendí lo que había sentido Jack cuando se hundió el Titanic.

Ninfómana.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora