X. No soy una puta

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Diferentes lunas pasaron, yo organizaba el que sería el día más feliz de mi vida, mi boda, lo hacía entre gemidos, lascivia y remordimientos

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Diferentes lunas pasaron, yo organizaba el que sería el día más feliz de mi vida, mi boda, lo hacía entre gemidos, lascivia y remordimientos.

El número de clientes por día aumento a quince, cada vez asistía menos a mi trabajo en el vivero, ahí me jefe me cubría,  mientras siguiera dándole las mejores chupadas como la puta que ya me consideraba.

Cada vez vestía de manera más provocativa; escotes pronunciados, faldas cortas y vestidos insinuantes. Quería llamar la atención de cualquier hombre que pudiera apagar el fuego que había entre mis piernas.

—Hija... —Escuche a la distancia la voz de mi tía.

—¡Campanita! —grito Mat sobre mi oído, provocando que regresara de mi viaje a la luna.

—¡Por Joshua! Mat, casi me dejas sorda —bufé.

—No seas exagerada Wen —dijo divertido, Lilia reía en medio de ambos.

—Como se pelean niños, si no fueran primos harían una bonita pareja.

Su comentario nos causo incomodidad, lo noté en como él rascaba su nuca y miraba en otras direcciones.

—Mira deberías escoger ese vestido amarillo —Señalo—. El blanco es para las vírgenes.

—Mateo por favor. No hagas caso cariño, tu tío y yo tuvimos relaciones la noche antes de nuestra boda y con eso confirmé que no estaba equivocada, era él a quien anhelaba.

Suspiré cansada, de todas las tiendas que visitamos de vestidos de novia ninguno me convencía.

Entramos a la última, miré algunos muy bonitos y justo al final de una fila estaba uno divino iluminado por una luz y brillo alrededor, bueno tal vez exagere un poco, pero era espectacular.

Una joven muchacha nos atendió y fue suficiente con una mirada y una sonrisa: Ayudó a que me midiera el vestido, sus dedos rozaban con suavidad partes de mi piel, su aliento cálido rondaba mi cuello, aposta restregó sus pechos en mi espalda, actuaba con presunción y cuidado.

Mi respiración aumento, no pude más resistir. Follamos ahí mismo, en los vestidores para novias.

Me quito el vestido y se desnudó, dejando sus erecto pezones color chocolate a mi vista, me acerqué a chupar sus senos, perfectos y redondos, sus dedos entraron con facilidad debido a la humedad que tenía por lo exitada que estaba.

Terminé haciendo lo que ella me pedía explotando en las infinitas llamas del placer.

Agarré mi ropa para vestirme, ella me sujeto para pedirme mi número, pero no tenía interés en  hacer amistad con ella, mucho menos volverla a ver.

Le dije a mis acompañantes que no me había gustado y resignados regresamos a casa, me ardían las quijadas de aguantar el llanto durante todo el trayecto, por más que lo pensaba no entendía esa actitud mía, no dejaba de sentirme como una cosa horrible, como una basura. Antes de salir del carro mi primo me advirtió que tenía un cliente, que me pusiera unos tacones.

Ninfómana.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora