XIII. Caire para la sumisa

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En la mañana al despertar me di un baño, como de costumbre con agua caliente, el agua corría por mi espalda relajando la tensión que durante días se me había acumulado

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En la mañana al despertar me di un baño, como de costumbre con agua caliente, el agua corría por mi espalda relajando la tensión que durante días se me había acumulado. Gocé del vapor que se formaba por la temperatura, entretanto mimé mi vagina con los dedos al mismo tiempo que jugaba con la erección de mis pezones.

Al salir miré la luz del celular encendida, no lo había visto desde la noche anterior. Lo lleve cerca de los ojos para revisarlo, tenía más de seis llamadas perdidas de Lemebel, le marqué enseguida.

—Bueno... —contestó casi de inmediato.

—Amor mío, ¿dónde andas? —pregunte con intriga, debido a que viajaba mucho no sabía nunca en que sitio se iba encontrar.

—No es momento para eso, no viste antes las mil llamadas que realicé para localizarte, me iba a dar un panchedra.

—Relajate, ¿por qué tanto drama?

—Onisses, mi representante me prestó su celular para ver unas fotografías, pero soy tan, pero tan curiosa, que empecé a ver su galería de videos y tenía una gran cantidad de videos pornográficos.

—No tiene nada de malo, yo también los veo —interrumpí.

—¿También haces pornografía? —Vociferó—. Tu eras la que salía en el vídeo, eras tú la que estaba con ese sujeto disfrazada de moja sexy, ¿qué pasó? ese sujeto no era Quiquin.

La sangre se me bajo de golpe hasta los pies, no podía reaccionar. Trate de recordar quién de los clientes con los que me había disfrazado grababa aparté de... Mateo, claro, él era el único que grababa.

—¿Solo era un vídeo? —titubeé.

—No —expresó secamente y con molestia, después de un silencio de las dos continuó—. Estoy impactada, para hacerte sentir peor, en un siete en la escala de los extraterrestres

—Sé que debo contarte ahora, pero necesito colgar.

—Voy a viajar, pronto estaré por aquellos lugares y me gustaría mucho que me dijeras que está pasando.

Di pasos grandes por toda la habitación, me encontraba furiosa e indignada. Tenía que saber que ocurría, exigía una explicación. Agarré lo primero que tuve en mano para vestirme y salí como chispa a la sala donde dormía Mateo.

—Despierta —grite aprovechando la ausencia de Lía y lo zangoloteé agresiva sin obtener respuesta de su parte—. Sé que estás despierto imbécil, no te hagas.

De pronto miré el cuerpo de Mateo recargado en la pared con la frente arrugada, tenía ropa en las manos y un ligero rubor en la piel blanca de sus mejillas, lo miré con los ojos abiertos exagerados por la sorpresa pues no sabía a quién había intentado despertar.

La persona en el sillón fue destapando su cuerpo con pausas, se asomaba una piel amarillenta seguido de unos ojos gris oscuro que no tenían ni una sola gota de maquillaje al igual que el resto de su cara.

Ninfómana.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora