XXV. El cuento de hadas se acabo

11.9K 331 111
                                    

Cuando la Psicóloga Claudia me dió la buena noticia de que me iba a dar de alta, me hice un tatuaje, el de una mariposa

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Cuando la Psicóloga Claudia me dió la buena noticia de que me iba a dar de alta, me hice un tatuaje, el de una mariposa. Que para mí representaba el cambio, como el que tienen ellas al convertirse, al pasar de la oruga a la mariposa; largo y lento. Una de sus alas representaba la dicha de ser amada, de tener un amor valioso como el que Enrique me ofrecía; único, memorable, intenso, mágico, que no desaparecería ni con la ausencia de los cuerpos. La otra ala parecía quebrarse en mil pedazos, representaba mi alma todas esas veces que fui infiel y sentía perderlo, representaba las mentiras, la ausencia de mí en las charlas nocturnas cuando solo pensaba en sexo, representaba esa que fui, que odie, la ninfómana, la adicta, lo que jamás volvería a hacer.

Cada que me miraba desnuda en el espejo y podía apreciar la belleza de ese arte, me aferraba a no tener una recaída y a seguir tomando los medicamentos, no podía dejarlos, me daba terror dejarlos y que el deseo exacerbado hiciera de las suyas.

Pensar que todo el ahínco que utilice no valió la pena me destrozaba con morosidad.

Deje el agua caliente caer sobre mi cuerpo hecho bolita en el azulejo azul del baño.

-Wendy... -grito mi madre, se dejó caer a un lado mio y abrazo mi cuerpo caliente, miré como se retorcía tratando de que el agua no la tocará. Aún así termino empapada-. No llores, hija, no llores.

La rodillas de mi madre se mantuvieron en el suelo donde se acumulaba el agua, mientras intento levantarme, cuando lo logró me recargó en su pecho, yo me balanceaba como loca sin control harta de llorar y de que me dijeran que no lo hiciera como si fuera lo más sencillo del mundo cuando para mí era imposible. Los demás no entendían que me sentía miserable y que no era justo por lo que pasaba.

Enrique me cubrió con una toalla y me cargó hasta nuestra habitación, me quedé dormida hasta el día siguiente.

Ya había decidido empezar con el tratamiento, pero no a resignarme a llevar un cáncer activo en mí. Hacía el drama que no hice durante todos mis años, apunto estuve de detenerme en las puertas de hospital, llorar, tirarme al piso a dar patadas, gritar, maldecir y protestar hasta cansarme.

Se repetía la agonía y el cansancio emocional que mantuve durante mi adicción, la diferencia era que sabía que era lo que me enfermaba.

Me encontraba en el hospital, en el consultorio dos, en espera de Fabiola, cuando llegó tenía unas hojas en las manos que puso sobre el escritorio que nos separaba.

-Bien -suspire profundo y relajé la postura-. Aquí me tiene.

-Me alegra que te decidieras a venir -Entrelazó sus manos arriba del escritorio-. Tu cáncer se encuentra en un estado avanzando, el tumor que presentas es de gran tamaño para extirparlo sin dañar otros órganos. Es por eso que te recomiendo radioterapia, para destruir las células cancerosas y evitar que el tumor siga creciendo, también emplearemos quimioterapia, ambas al mismo tiempo, para detener la enfermedad, esto si estás de acuerdo.

Ninfómana.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora