El grueso y negro manto que la cubría era como un caparazón, una vez que lo rompían estaba la suave y delicada piel de unos labios rosados tenues que con solo un beso eran capaz de derramar la más exquisita miel, con un aroma tan refinado, propio de su baile. Con una fuerza tan abrupta que era vasta de exprimir al más duro soldado en combate, hasta hacerle ver las estrellas y después llenar su cara de luna.
Y era solo mía, quería que fuera exclusiva de mí, pero no.
Porque necesitaba tanta droga, que en sus paredes había ciento de nombres grabados de los cuales a ninguno había amado.
Y se fue en un suspiro, cuando las nubes lloraban y me recordaban una y mil veces que su sexo nunca fue mío.
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Ninfómana.
General FictionSiempre pensé que no había sentimiento más fuerte que el amor, pero no conocía el deseo. «El deseo es una sed loca que no se apaga con beber; se apaga con otro cuerpo que tenga la misma sed» Registro en SafeCreative: 1002201604113