XI. El recuerdo de las lilium

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Para mí el amor era un ingrediente esencial en la vida, sin este entramos en una no vida, éramos como un arcoiris sin alguno de sus colores; no estábamos completos

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Para mí el amor era un ingrediente esencial en la vida, sin este entramos en una no vida, éramos como un arcoiris sin alguno de sus colores; no estábamos completos. El amor era como una peonia que sin condiciones te entrega su vehemente aroma. Y aunque en el amor puede llover, granizar, caer una fuerte nevada, siempre volvería el verano.

Yo no lo tenía, antes de él yo era invierno y necesitaba, anhelaba con gran arrebato sentir el calor que brinda ese sentimiento. Había tenido una gran cantidad de parejas, pero de esas con las que no amaneces, que terminan y se marchan, que no dejan huella ni recuerdos.

Llegó en un momento inesperado, cuando más alborotado traía el cabello, bastó con una palabra para que su voz penetrara mis sentidos, una mirada para sentir infinito mi pecho, mi piel quemaba bajo su tacto, ardía en sus brazos, era amor.

Era un día de febrero, el aire loco de la estación hacía de las suyas al bajarme del autobús para ir a mi trabajo en el vivero. Al llegar mi compañera Belén me avisó que mi jefe Cristóbal me estaba esperando.

‹Seguro me va regañar por llegar tarde, todo por masturbarme›

-Don Cristóbal, ¿puedo pasar -pregunté y él me dió una respuesta afirmativa.

-Toma asiento por favor -dijo y despego la mirada de la pantalla.

"Te quiero hablar del festival de plantas y jardines que va a ver en la ciudad, van a traer plantas y productos de exportación, va a ver capacitación para mejor conocimiento del negocio. Mi esposa y yo pensamos en mandar a alguna de ustedes, sé que las dos merecen la oportunidad, incluso Belén tiene más tiempo que tú, sin embargo me he dado cuenta lo mucho que te gustan las flores y creó que este pequeño curso te será de mucha utilidad, vas a poder aprender más de lo que sabes, pero necesito saber si a ti te interesa".

Para nadie era un secreto mi fascinación por las plantas y flores estar entre ellas me daba calma, eran algo extraordinario, no podía desaprovechar la oportunidad que mis jefes me brindaban.

-¡Claro, claro que sí! -respondí entusiasta, abalancé mi cuerpo contra el suyo para abrazarlo fuerte -Se los agradezco mucho -titubeé.

Su perfume a cítricos amaderados entraba penetrante por mis fosas nasales, él respondió abrazándome de la misma manera, escuchaba el ruido que hacía al inhalar el olor de mi cabello.

Un calor inmoral crecía conforme más sentía la palma de su mano sobando mi espalda, me sentía ligera, con unas ganas tremendas de ser tocada, besada, penetrada.

Soltamos el abrazo para mirarnos y no fue necesario emitir palabra con la boca, el cuerpo hablo por nosotros; dudando saboreó mis labios, su temblorosa mano toqueteaba mi trasero, la complacencia en sus movimientos era evidente, como si hubiera deseado el momento desde tiempo atrás.

Pronto perdimos el control, aumento la intensidad del beso al igual que del manoseo, su erección fue inmediata, sentía su dureza tentar mi pelvis.

Ninfómana.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora