XVII. Lenta agonía

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Llegué al estacionamiento de los departamento y me detuve otra vez a mirar las estrellas en soledad, al regresar la vista al frente suspiré con gran pesadez, estaba tan cansada que sentía el palpitar en mi pecho débil

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Llegué al estacionamiento de los departamento y me detuve otra vez a mirar las estrellas en soledad, al regresar la vista al frente suspiré con gran pesadez, estaba tan cansada que sentía el palpitar en mi pecho débil.

Apague el carro y antes de disponerme a salir un sujeto recargado en un carro llamo mi atención, clavé la vista para visualizar mejor y me di cuenta que era él, un hombre  estrictamente atractivo, con uno de sus trajes azul piedra, sus lentes para leer que le daban ese aire intelectual e interesante, su barba, bigote y peinados tan pulcros como siempre y con sus ojos tan gris azulado, que no heredo su hijo.

Me quedé estática al contemplarlo porque sabía a la perfección lo que buscaba, ese algo era yo desnuda a su merced. Tantas noches me había buscado para lo mismo a costillas de su desendiente, cuántas noches no habíamos caído en el pecado juntos.

El recuerdo de aquellos momentos tan candentes me hizo cosquillas, unas desafiantes a hacer lo mismo.

Mi coche estaba a unos centímetros de él, debajo de un gran árbol, pero había algo de luz, me pareció increíble que no me viera llegar, o ¿llegó después y no lo noté? no lo sabía, pero cómo se le ocurrió venir a mi casa, con mi tía y mi primo, donde sabía que su hijo venía a verme.

Sentí una pizca de coraje y volví a cerrar la puerta con precaución para no ser vista, yo era una mujer de agallas y no iba a caer en su red de nuevo, ya no quería hacerme daño, ni seguir tocando lo ajeno e hiriendo a inocentes por una lujuria tan legendaria y salvaje.

Él seguía escribiendo en el teléfono móvil. Al momento que lo guardo yo recibí un mensaje, era él porsupuesto.

«Preciosa, baja, estoy afuera de tu departamento en el estacionamiento. Vamos a perdernos toda la noche, déjame admirar tu belleza y gozar tus atributos, mi apetito es voraz»

Jedeé al leer aquellas letras. Que poco reparo tenía al sentir excitación por tan baja oferta pasional.

Me mantuve en silencio observando a Esteban como vil Leona hambrienta, él no dejaba de mirar el reloj en su muñeca y su celular esperando respuesta de mi parte, los segundos que transcurrían me parecían angustiantes, cada minuto que llegaba consideraba su oferta, es que el deseo hacía de las suyas sin piedad.

Me hundí en el asiento para ya no verlo y evitar ser vista, camuflajeada entre otros carros de los vecinos que habitaban.

Recibí otro mensaje: «Wendy, ¿qué pasó vas a salir? Si se te dificulta salir, te espero en otro lado, solo dime la hora».

«No puedo verte, la novia de mi primo está muy grave en el hospital y estoy aquí con ellos» Respondí.

Al instante escuché el motor de un carro que se alejó. Levanté poco a poco la cabeza y él por fin se había ido.

Salí del vehículo como rayo hacia mi hogar reteniendo lágrimas, me encerré en mi habitación, me deje caer de rodillas en el piso al pie de la cama.

Ninfómana.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora