Capítulo 1 - Evocando a Lucifer

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— ¡Aguántalo bien, Lydia!—

— ¡Eso trato, tía!—

Una mujer alta se movió sigilosamente entre los árboles del bosque Mohawk, mientras una jovencita de apenas nueve años la seguía, pero la rapidez de la mujer la dejaba atrás ya que a la misma vez la niña arrastraba un cuerpo.

Aija se quitó la capucha dejando salir su larga cabellera carmesí, mientras observaba su alrededor verificando que no estuvieran en peligro. La niña dejó el cuerpo que arrastraba a un lado para sentarse en el piso, cansada del largo recorrido, se quitó su capucha revelando sus llamativos ojos azules que observaban con curiosidad cada detalle del bosque, desde los aleteos de las mariposas hasta el rocío que resbalaba por las hojas de los arbustos mientras esperaba por más instrucciones.

— Lydia, necesito que escaves. — Aija le dijo a la niña, la cual la miró un tanto ofendida.

— ¿Pero por qué no lo haces tú? Con magi— La pelirroja le tapó la boca a su sobrina y espero alguna reacción del bosque por unos segundos pero nada ocurrió.

Lydia trato de decir algo, pero la mano de su tía seguía firme, Aija luego se apresuró a quitar su mano y empujar con cautela a su sobrina hacia el lugar en donde se necesitaba la excavación.

— ¡Solo haz lo que te digo, obedece! —

La pelirroja movió su mano delicadamente dentro de su capucha y reveló una pala. La niña tomó la pala y arrastró sus pies un poco decepcionada.

— Todavía no entiendo por qué no lo haces tú, sería mucho más sencillo... — La niña murmuró y Aija suspiró.

— Si haces silencio, te quitare diez años de castigo. — La mujer mencionó dándose por vencida y la niña sorprendida por esa gran noticia, guardó silencio y siguió escavando.

Horas pasaron simplemente por el hecho de que Aija no quería utilizar ningún tipo de encanto o fuerza sobrenatural para no dejar rastros, cuando en realidad utilizaba el tiempo perdido para excusar su conciencia, necesitaba tiempo para reflexionar.

Un sonido metálico saco a la pelirroja de sus pensamientos y miró por el hoyo, fijándose en su sobrina llena de tierra y con un rostro sorprendido.

— ¿Qué hay aquí, tía? — La niña preguntó confundida mientras su tía dejo caer sus brazos a un lado y murmuró unas cuentas profanidades.

Luego se agachó y extendió su mano para que Lydia se aguantara.

— No llego tía, es mucha profundidad. — La niña mencionó inocentemente.

Aija rodó sus ojos tratando de aguantar su paciencia, — Niña, brinca hasta mi mano, agárrala con fuerza para así poder subirte. —

Lydia asintió y dio unos pasos hacia atrás para poder coger impulso, luego brincó y clavó sus uñas en la tierra pero cuando levantó su cabeza para observar la distancia todavía quedaba mucha entre su tía y ella.

— Trata de escalar, corazón. — Aija insistió, maldiciendo en su cabeza por nunca haberle enseñado como ser un vampiro común y corriente.

La niña, asustada, comenzó a mover sus manos, cada vez clavando sus uñas en la tierra para no caer hasta que por fin pudo alcanzar a su tía.

— ¡Lo logre!— Lydia exclamó.

— ¡No te desconcentres!— Aija gritó.

De repente su pie perdió equilibrio y sus uñas se zafaron de la tierra, quedando tendida en el aire solamente con el agarre de su tía.

— ¡Tía!

— ¡Mantén el equilibrio, yo te subo con cuidado!— Aija trató de tranquilizarla y la niña comenzó a respirar poco a poco hasta mantener la calma, hasta que por fin su tía pudo subirla.

Una vez en tierra firme, Aija sacudió la tierra de la ropa de su sobrina y luego le besó la frente.

— Necesito que te eches a un lado, con cuidado. — La pelirroja le ordenó y la niña asintió obedientemente.

Aija esperó hasta verla a una buena distancia antes de darle la espalda y caminar hasta la orilla del hoyo. Sus ojos verdes como la grama que pisaba observaron con desdén la profundidad, luego levantó sus brazos y ojeó sus alrededores lentamente asegurándose de que estuvieran solas nuevamente antes de comenzar su ritual.

— Spiritus, o pulcher et potens est. veni in auxilium mihi datum ese — La mujer recitó y el viento empezó a descontrolarse, las hojas comenzaron a volar a su alrededor y las ramas de los árboles se retorcían peligrosamente.

La niña jadeó cuando vio un ataúd flotando y colocarse suavemente en el suelo entre su tía y ella, dándose cuenta de que se trataban todos los rodeos de su tía en las últimas semanas.

— Aija, todavía queda bastante tiempo...

— ¡Arrastra el hombre hacia acá y apúrate! — La mujer la interrumpió y la niña se apresuró hasta el hombre tendido en el suelo.

Lydia arrastró el cuerpo inconsciente hasta el ataúd, mientras que Aija susurraba otro encanto. De pronto, los candados del ataúd se abrieron y la pelirroja levantó la tapa.

— Tía, esto no es correcto, hiciste una promesa...

La voz de la niña se hacía cada vez menos audible a la vez que los ojos de Aija conectaron con el cuerpo que yacía dentro del ataúd. La belleza sobrehumana del demonio acostado en su interior era impresionante y un mal de celos inundo a la pelirroja.

— Necesito que guardes silencio, Lydia...

Luego tomó el cuerpo del hombre inconsciente por la camisa y con sus largas uñas raspó su cuello dejando unas gotas de sangre fresca brotar. Después lo tendió justo en la boca del cuerpo dormido. Unos momentos después unos gemidos acompañaron el lento movimiento de una pálida mano al cuello del hombre.

Tía y sobrina observaron un poco temerosas la escena, el color oscuro de la piel del hombre se tornaba grisáceo con cada trago de vida que el demonio le quitaba. Por varios minutos presenciaron ese macabro momento hasta que el cuerpo del hombre fue empujado al suelo sin una gota de sangre en él.

Aija se acercó de nuevo al ataúd y vio como la mujer acostada allí, sonreía.

— Hola mi querida hechicera... ¿Me ayudas?

La pelirroja la miró con desprecio, pero le extendió su mano y la ayudó a salir del ataúd.

— Muchas gracias, querida.

La hermosa criatura disfrazada de mujer miró a su alrededor, dejándose llevar por los olores diferentes que deleitaban su paladar.

— ¿En qué año estamos? — La mujer preguntó dándose la vuelta para mirar a Lydia y Aija, quienes compartieron una mirada de temor.

— En el 2014, Emilia. — Aija respondió y disfrutó la cara de horror que puso la mujer al escuchar y comprender su respuesta.


Nota del autor:

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Las dos caras de Emilia (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora