Capítulo 28 - Sin piedad

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El reflejo de una mujer elegante, segura de sí misma flaqueaba ante los ojos de Aija mientras observaba detenidamente el espejo. Tras horas de preparación para el ritual y fiesta de esta noche y aún se sentía fuera de lugar. Hacían años desde la última vez que se preparó para una ocasión especial, pero nunca pensó que una de estas ocasiones fuera el funeral de Emilia.  

― ¡Aija! ¡Lydia! ¡Por favor, abran la puerta!― La voz de Emilia resonó en toda la casa.

― ¡Por favor! ¡Ayúdame! ¡Abran la puerta! ¡Lydia! ¡Aija!―

La pelirroja subió la cabeza para tratar de aguantar las lágrimas que amenazaban con salir, pero el nudo en su garganta le impedía tragar, tanto así que su respiración se veía forzada, aunque no la necesitara pero era una de las pocas cosas que la hacían sentirse humana.  

Desde que llegó a la casa de campo siempre se mantuvo aislada. Sola en su habitación temiendo por el futuro. Preguntándose que había hecho para estar en tan horrible situación.

Sus manos nerviosas comenzaron a vagar por su vestido, tratando de arreglar alguna que otra arruga que se mostraba en el espejo.

Lo más que deseaba en esos momentos era estar junto a su sobrina para protegerla. Pero su inseguridad en si misma era tanta que ningún hechizo podía trabajar a su favor.

― Se lo que estás pensando, querida…

La voz de Draco la despertó de sus pensamientos, haciendo la volver a fijarse en su reflejo en el espejo.

―Aún queda tiempo para que todo comience, te daré la oportunidad de preparar a Lydia.

Aija sé volteó rápidamente, sus ojos esmeralda llenos de incredulidad. Draco se acercó y hecho atrás un mechón carmesí detrás del pálido hombro de la bruja.

― ¿Confiarías en mi si te digo que Lydia va a estar bien, que nada le va a pasar mientras esté vivo?

La pelirroja se volteó de nuevo, dándole la espalda al viejo vampiro, tratando de no caer en sus trampas. Ya sus juegos mentales le cansaban, ya estaba harta de todo.

― Una de las sirvientas estará preparando a Lydia en uno de los cuartos de este mismo pasillo.―  Draco se volteó ― Nos vemos en el ritual.

Aija observó cada paso que Draco dio hasta que salió de la habitación, pensándolo dos veces antes de tomar alguna decisión.

 ― ¿Estás lista, mi amor?

Alec se asomó por la puerta antes de entrar al cuarto. Notando la figura de Aija frente a un espejo, luciendo un traje largo de un esmeralda muy oscuro. Su largo cabello carmesí cayendo en sus hombros desnudos, le daban un aire de poder e intimidación que solo ella podía manejar.

― voy a estar acompañando a una sirvienta, ayudando a preparar a Lydia.

El muchacho caminó hasta ella y le tomó las manos, haciendo que los ojos de la bruja se conectaran con los suyos.

― Todo va a salir bien, nada le pasara a tu pequeña.

― No estoy tan segura, algo anda mal, lo puedo percibir en el aire.

El vampiro la miró fijamente, antes de plantarle un beso en la frente.

― Confía en mí, nada le pasara a ninguna de las dos.― Luego le sonrío, pero Aija seguía seria.

― Ve a visitar a tu sobrina, yo estaré terminando de prepararme.

La pelirroja asintió y lentamente sé dirigió a la salida de su cuarto, con una pesadez que inundaba su cuerpo, como si se tratara de las últimas horas para su ejecución.  

Las dos caras de Emilia (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora