Aija no le había dirigido la palabra a Emilia desde aquella noche en la que llegó tarde con su blusa manchada de sangre. Pero las siguientes tres semanas, habían estado utilizando a Lydia como lechuza mensajera.
— ¿Lydia, puedes preguntarle a Aija como funciona la lavadora? —
— ¿Lydia, puedes decirle a Emilia que ya la sangre está en la nevera?—
— ¡Lydia!—
— ¿Lydia?—
— ¿Qué quieres?— Lydia preguntó molesta.
Los ojos color oliva de la ex bruja se abrieron de par en par, no era normal que su sobrina estuviera molesta y peor aún que le contestara de mala gana, siempre parecía estar contenta y jovial.
— Te pedí que le dijeras a Emilia que moviera sus botas negras que están en la sala. — Aija dijo.
Furia era lo único que se reflejaba en los ojos azules de la pequeña cuando se paró y se dio la vuelta para insultar a su tía.
— ¿Y por qué no lo haces tú? ¡Ya estoy harta de que me estén tratando como una lechuza! — la pequeña contestó furiosa y se fue al patio, cerrando con fuerza la puerta de la cocina.
— ¿Por qué todo no puede ser como antes? — Lydia se preguntó a sí misma.
Ya estaba cansada de ver a su tía y a Emilia discutir, no era algo normal, aunque entendía que su tía estaba molesta por que Emilia las convirtió sin permiso alguno. Pero Lydia entendía que Emilia lo hizo por salvarles la vida. A pesar de ella ser ruda y egoísta, la niña sabía que Emma las quería mucho y era la única familia que le quedaba.
***
Emilia caminó hacia la cocina y abrió la nevera, solamente había sangre en paquetitos de plástico. Ya estaba harta de tomar sangre que no fuese fresca y la última vez que lo hizo Aija se molestó con ella por haberse dado un festín.
¿Me pregunto cuándo fue la última vez que Aija hizo algo divertido? O peor aún, ¿Si todavía mantiene su virginidad?
La vampira se encogió de hombros y fue a su cuarto a cambiarse de ropa, sentía que se merecía salir un rato. Escogió un traje azul, con manga corta y muy casual, que le llegaba por encima de sus rodillas. Se dejó su pelo suelto y terminó con unas sandalias.
— ¿A dónde vas? — Aija preguntó cuando vio que Emilia se acercó a la entrada principal.
— ¿Por fin decides dirigirme la palabra? —Preguntó la vampira cruzando sus brazos.
— Te hice una pregunta.
Emilia suspiró y contestó de mala gana, — Voy a salir. Hasta donde yo sé, no estoy en arresto domiciliario.
La pelirroja rodó sus ojos, irritada con la contestación de la vampira.
Emilia esperó por una contestación, una simple disculpa pero Aija decidió ignorarla otra vez, dejándola sola en la sala principal.
Otra vez Emilia se encontraba en el mismo banco sentada, le gustaba desperdiciar su tiempo allí cuando no sabía qué hacer con sus tardes. Muchos notaban a la bella dama sentada a solas en la inmensa plaza de la ciudad mientras ella se perdía en sus pensamientos, recuerdos de un pasado que aún la atormentaban; entre ellos el por qué Aija decidió mudarse de nuevo a la ciudad que la quería ver muerta hace cuatro siglos atrás, aproximadamente.
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Las dos caras de Emilia (editando)
Vampiros"Ella es como la luna, parte de ella siempre escondida." - Dia Reeves En los ojos de una bella dama hay más de un misterio, el que se deja ver y el que esconde. Muchas personas, a través de los años han odiado a Emilia, hasta el punto de querer ma...