Capítulo 3 - Cien Años De Soledad

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— ¿Entonces en este artefacto puedes poner música? — Emilia le preguntó a Lydia un poco incrédula.

Sus ojos observaban con cautela el pequeño y frágil artefacto en sus manos, aún sorprendida como en cien y pico de años podían haber cambiado tantas cosas.

— ¿Cómo es que dijiste que esto se llamaba?— La vampira volvió a preguntar y la pequeña impaciente, le contestó.

— Un Ipod Emilia, es un pequeño artefacto en donde puedes poner música, videos, libros y entrar al internet. —

Los ojos de Emilia se agrandaron, — ¿Puedo guardar libros también? ¿En dónde puedo conseguir uno? — Ella preguntó emocionada, Lydia le iba a contestar pero Aija entró a la habitación y su sobrina guardó silencio.

— Si quieres uno primero tienes que entender varias cosas, como por ejemplo como usar una computadora y como utilizar una tarjeta de crédito. — Aija comentó.

La vampira sonrió, — Ya le enseñe tía, le he estado dando clases de todo un poco. — Lydia mencionó.

Aija se sorprendió, — Pues lo que faltaría es que consigas un trabajo.

Emilia la miró perpleja, como si la peliroja tuviera una segunda cabeza justo al lado de la ya existente.

— ¿Un trabajo? — Emilia preguntó con inquietud, ya que nunca en su larga vida había tenido la necesidad de trabajar.

— Si Emilia, un trabajo. — Aija contestó.

— ¿Tía y que tal si Emilia trabaja en la tienda? – Lydia preguntó.

— ¿Tienes una tienda?— La vampira preguntó sorprendida, llevaba dos meses viviendo con ellas y no se habia enterado, y de cierta manera eso le incómodo aún más.

Aija las observó por unos instantes. Ella sabía que Emilia aprendería rápido, pero dudaba de su confianza, después de todo la culpa de todo lo que ella y la niña habían sufrido en todos estos años ha sido por culpa de la vampira.

— Lo pensare, voy a estar en la tienda y necesito que limpien la casa. — Aija ordenó tratando de ignorar la mirada perdida que Emilia le estaba dedicando.

Ella se volteó y se puso una chaqueta de cuero, luego unos guantes y unas gafas. En sus manos llevaba una cartera y una sombrilla.

— Por más que quieran, por favor no salgan. — Aija añadió y salió de la casa.

Lydia brincó del sillón en donde estaba sentada y se acercó a la ventana, levantó un poco la cortina y miró hacia afuera, ya su tia se había ido. La niña le sonrió a Emilia, mientras ella la ignoró y siguió jugando con el Ipod.

— Emilia, ¿Podemos ir a comer helado y luego a la biblioteca?— Lydia preguntó, pestañando haciendo que sus ojos azules se vieran más inocentes.

La vampira se levantó del sillón y caminó hacia un librero que había en la esquina de la sala.

— Por favor, Emilia.

— Aija dijo que limpiáramos la casa. Además, ¿Desde cuándo los vampiros comen helados?— Ella mencionó y escogió otro libro.

— ¿Y desde cuándo le haces caso?—

Emilia cerró el libro y se volteó para encontrarse con la niña observándola fijamente. Su pelo rubio oscuro la hacía aparentar un poco mayor de la edad que se supone que tuviera, aunque parezca de nueve años, Lydia poseía una inteligencia sumamente impresionante.

Las dos caras de Emilia (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora