Capítulo 7 - ¿Me extrañaron?

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Los ojos color esmeralda de la ex bruja observaban con esperanza el cuerpo dormido de Emilia. Ya habían pasado cinco días desde el incidente y todavía la vampira no despertaba. Lydia había estado cuidando de la ella, sin despegarse de la cama ni por un segundo, se sentía culpable de lo sucedido.

Aija suspiró, todavía no entendía que fue lo que sucedió, todo habia pasado muy rápido. Todavía los gritos agonizantes de la vampira resonaban en su memoria como eco, más fantasmas que la seguían atormentando. A pesar de todo lo que había pasado entre ellas y las rabietas que le hacía pasar, Emilia seguía siendo su amiga, más que una amiga una hermana.

Aunque todavía le doliera que ella no hubiera pedido su permiso para ser convertida en una criatura del infierno, sabía que Emilia lo hizo por el bien de ella y su sobrina. Aija sonrió y se secó unas lágrimas que bajaron desapercibidas.

El reloj electrónico que estaba en la mesa de noche al otro lado de la cama de Emilia hizo un 'click' y ella miró la hora, eran las dos de la madrugada, pero aún seguía sentada en un sillón al lado de la cama.

La ex bruja no encontraba como pararse e irse a descansar, quizás no tenía el valor de dejarla sola después de todo. Ya llevaba algunos días sin dormir por estar vigilando a Emilia, ella y su sobrina se turnaban para poder descansar mientras seguían esperando a que despertara.

Aija sintió un nudo en la garganta, trató de tragar pero estaba seca y se le hacia difícil, sabía que ya estaba desesperada por el dulce néctar escarlata. Se paso las manos por su rostro y se estrujo los ojos, se sentía cansada, pero sabía que con un poco de sangre se sentiría mejor. Ella miró hacia la nevera de playa llena de hielo a sus pies, y cogió una pinta de sangre A+.

Como detestaba tomar sangre, pero como amaba lo que le hacía sentir. Rompió un poco la bolsa por la parte superior abriendo paso al fluido como si fuera un sorbeto. Aija retiró la mirada de la cama y la dirigió hacia su mano, todavía no entendía como ese momento preciso sus poderes recobraron vida y la ayudaron a salvar a Emilia de lo que le había pasado.

Había tratado y practicado por años, intentando recobrar lo único que la hacía ser ella, el único legado que le dejo su familia. Ella sonrió aún teniendo el sorbeto entre sus labios, a pesar del tiempo ella seguía extrañando a su abuela.

Luego de tomarse otra pinta de sangre decidió ir a buscar su libro de hechizos y pócimas que su abuela le había dejado. Aunque lo hizo con rapidez con la esperanza de ver a Emilia sentada en su cama y recibiéndola con un insulto o un comentario estúpido, pero cuando llegó a la puerta del cuarto, todavía seguía acostada.

Aija se sentó en el gran sillón orejero que Emilia decidió comprar en el 1890, todavía estaba en un buen estado y era muy cómodo para sentarse a leer. Una pequeña sonrisa se le coló entre sus labios y abrió su libro.

— Abuela, ¿Para qué son estas hojas?

— Para una pócima que le voy hacer a tu hermana para que se mejore.

— ¿Puedo ayudar?

Claro, mi niña. — Una señora mayor, bajita y con el pelo canoso envuelto en un moño, sonrió y dirigió a una pequeña Aija hasta donde un caldero.

Ahora, mi niña. Necesito que muevas la cuchara circularmente, como las manecillas del reloj en lo que comienzo a echar ingredientes, ¿Si?

La pequeña Aija asintió y rápidamente comenzó a seguir las instrucciones de su abuela, haciéndolo con cuidado para no quemarse con el calor del fuego que calentaba al caldero.

Las dos caras de Emilia (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora