Capítulo 8 - El regreso de Quinn

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Aija se quedó observando la puerta de cristal que daba entrada a su tienda, como si esta pudiera revelarle los acertijos que ahora vagaban por su mente. Brujería o espejismos era la única explicación lógica, quizás científica para poder creer lo que había pasado. Luego la próxima variable apareció, ¿Quién sabe que ella sigue viva? Solo Carmen, Emilia y Lydia, y dudaba que cualquiera de las tres pudiera venderla de tal manera. Era imposible que alguien supiera quien era ella, y su sobrina. La ex bruja había cubierto todos sus rastros cautelosamente para impedir que situaciones como estas pasaran, ¿Pero podía esta situación catalogarse como negligencia sin ella tener la más remota idea de saber en dónde su plan falló?

La pelirroja pasó su mano derecha por su pelo, mientras su mano izquierda descansó en su cintura, tratando hacer unos ejercicios de respiración para mantener la calma. Pero no podía borrar de su mente aquel rostro tan familiar como la palma de su mano, aquellos ojos café muy difíciles de olvidar al igual que su sonrisa malévola que seguía atormentado sus más tenebrosas pesadillas.

Dije que volvería, ¿Me extrañaron?

— Ezio...

Sus manos rápidamente llegaron a su boca en un intento fallido de parar aquel nefasto nombre para impedir que volviera aparecer, pero ya el nombre había salido de entre sus labios sin permiso alguno.

Ezio Moretti, Duque de Milán.

El nombre del hombre volvió escabullirse en sus agitados pensamientos, revelando el poder de solo su nombre.

Aunque nunca llegó a ese título con oficialidad...

Aija movió sus pies para relajarse pero sabía que era imposible, necesitaba saber la verdad si aquello que vio fue un espejismo o simplemente la realidad.

La ex bruja se volteó rápidamente para buscar un libro viejo de hechizos que mantenía en la tienda solo por capricho para buscar algo que le pudiese ayudar. Página tras página sus dedos corrieron como lo haría un maestro de orquesta cuando su vida depende de un último concierto hasta que encontró algo que la podía ayudar. Corrió hasta otro estante buscando ingredientes pero el más importante no lo encontraba.

— Romero... ¿Dónde te abre puesto?— Murmuró la pelirroja mientras observaba con cuidado su tienda.

¿Podrías echarlo a la basura? Su horrendo olor me marea y entorpece mis sentidos. — Emilia le espetó mientras caminaba por la cocina de una joven y humana Aija.

— ¡Emilia!

La pelirroja dejo caer los frascos de ingredientes haciendo que los vidrios al caer al piso volaran en miles de cantos por su alrededor tan pronto se acordó de su amiga. Luego recogió su cartera, cerró la tienda y salió corriendo. Aija no entendía lo que acababa de suceder, pero sabía que tenía que ver con la vampira.

Aija decidió parar de correr a dos cuadras de su calle para aclarar su mente antes de cometer alguna estúpidez, disimuladamente paro detrás de una verja de un callejón y se detuvo en la entrada de este, observando ambos lado. No había nadie sospechoso cerca, así que decidió llamar a Lydia a su celular. El teléfono sonaba pero su sobrina no contestaba.

— Lydia, coge el maldito teléfono. — Ella murmuró con desesperación, mientras sus ojos volvieron a recorrer la calle que daba camino a su hogar.

— Perdona por la tardanza tía, estaba en una clase con Carmen. — La voz feliz de Lydia la hizo relajarse un poco.

— Niña, necesito que te quedes con Carmen, por hoy. — Aija contestó rápidamente sin perder de vista la calle.

Las dos caras de Emilia (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora