Emilia se mantuvo observándolo sin despegar su mirada ni para respirar. Pero su vista comenzó a nublarse y al instante sintió como su estómago fue penetrado por la misma espada que utilizó contra el vampiro.
El tiempo comenzó a moverse con lentitud mientras sus rodillas golpearon fuertemente el suelo haciendo que corrientes de dolor llegarán a sus neuronas dejándole saber que hubo fracturas en ellas.
Luego sintió como su cuerpo cayó a un lado y su respiración se atascaba por la sangre que salía de su garganta.
- ¿Dónde está tú Dios ahora, Emilia?
La mirada de Ezio permanecía perdida detrás del cristal del auto, de camino a la casa en donde estuvo tantos años escondido.
Mientras Quinn pretendía estar concentrada en un libro de hechicería que Draco le había prestado hace un tiempo pero no había encontrado el tiempo correcto para hojearlo, hasta en esos momentos.
Los dos pretendían estar bien mientras se encontraban cerca de Draco, que a su vez estaba meditando con un collar en la mano, el mismo collar que cargaba a todos lados.
Dentro del auto reinaban aires de incomodidad. Justo antes del desayuno Draco había anunciado sus planes y no les había dado tiempo de resistencia alguna. Quedaba poco tiempo para la sentencia final de Emilia y ninguno encontraba que hacer. El vampiro mayor los tenía en su mira y ellos no podían hacer nada al respecto excepto esperar.
Justo detrás del carro en donde iba Draco con sus secuaces, se encontraban Aija y Alec. Cada uno sentados en distancia mirando hacia afuera desde sus respectivos lugares.
La pelirroja tratando de recordar lo que había pasado la noche anterior mientras trataba de ignorar un sentimiento incomodo dentro de su interior. Mientras su amante se concentraba en las maneras de salir del lío en donde se encontraba para salir ileso y a la misma vez salvar al amor de su vida de las garras del mismo satanás.
Emilia se encontraba esposada, un poco mareada debido al sedante que le echaron a su desayuno antes de sacarla de su prisión. Dos cazadores se encontraban a cada lado de ella y tres más permanecían en el asiento de al frente, mirándola fijamente.
Después de tantos años de resistencia, tantos años de salirse con la suya, su inconsciente -lo que le quedaba de él- le susurraba que ya su final estaba a la vuelta de la esquina. Thanatos estaba cerca, merodeando cada respiro que le quedaba.
Luego de un largo camino el auto se detuvo y dos de los cazadores abrieron las puertas del auto paralelamente. Al instante sintió las cadenas comenzando hacer presión en las esposas, haciendo que se clavaran en sus muñecas, indicación de que tenía que comenzar a caminar con la poca energía que le quedaba.
- ¡Camina! - Uno de los cazadores le gritó cansado de su actitud, mientras ella bajo del auto lentamente y dio unos pasos hacia adelante, admirando la belleza del paisaje.
'Al menos mi tumba será junto a la naturaleza.' Pensó ella, mientras daba un profundo suspiro.
- ¡Déjame ir!
- ¡Detente demonio!
Emilia dirigió su mirada hacia los gritos de Lydia, justo en los momentos en que otros cazadores trataban de sostenerla mientras ella se retorcía y se resistía a seguir sus órdenes. Esto le causo una pequeña sonrisa, Lydia seguiría siendo Lydia no importaba cuantos años pasaran, ella era lo único que mantenía a Emilia con esperanza. Esperanzas de que todo para ellas -Aija y su sobrina- salieran ilesas de esta terrible pesadilla.
En esos instantes la vampira giró su cabeza suavemente y se topó con la mirada cansada de Aija.
Era difícil descifrar lo que pensaba su amiga -si aún la podía considerar así- ya que sus ojos parecían estar lejos de allí, en una tristeza profunda que no la dejaba decidir entre bien o mal.
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Las dos caras de Emilia (editando)
Vampiros"Ella es como la luna, parte de ella siempre escondida." - Dia Reeves En los ojos de una bella dama hay más de un misterio, el que se deja ver y el que esconde. Muchas personas, a través de los años han odiado a Emilia, hasta el punto de querer ma...