Capítulo 13

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Gabriel

— Venga, Gabriel, no seas serio y frío con ella, cuando ya la has abrazado y dormido la siesta a su lado.
–Darío se ríe, tratando de quitarme la tensión que siento–

— Darío, solo fue porque me desmorone por un momento. –Suspiro–

— Ya, claro. –Me responde con una mirada que mezcla incredulidad y diversión–

Me levanto de la mesa, dejando mi bandeja a un lado. Mi mirada se dirige hacia Katina, que permanece sentada hablando animadamente con Alex. La escena me provoca una mezcla de celos e incomodidad.

Mientras meto mis manos en los bolsillos de mi suéter y paso de largo, algo me hace detenerme en seco. Escucho su voz pronunciando mi nombre, y me giro, sintiendo que el corazón se me acelera.

— Dime. –Mi tono es directo, aunque en el fondo, me siento vulnerable–

Ella me observa, sus ojos reflejan una curiosidad profunda.

— ¿Te pasa algo conmigo?

— No, claro que no. –Mi respuesta es rápida, casi defensiva–

Ella da un paso más cerca, y por un instante, el mundo a nuestro alrededor se disipa. Pero, en un impulso, me alejo un paso y frunzo ligeramente el ceño, intentando ocultar la confusión que me invade.

— Ya... –Susurra, mirando a Alex, que espera pacientemente–

— ¿Vamos? –Pregunta él, rompiendo la tensión–

— Sí. –Responde ella sin dudar, pero su mirada se queda un momento más en mí–

Antes de irse, suelta un pequeño suspiro, casi inaudible, y me lanza una última mirada que se siente como un eco en mi pecho.

— Adiós.

Pasa por mi lado, y el aire se siente más frío en su ausencia. Darío se acerca, frunciendo el ceño como si pudiera leer mis pensamientos.

— No hace falta que me des la charla. –Le digo, intentando que no se note mi malestar–

Empiezo a caminar, y él viene detrás de mí, persistente como siempre.

— Gabriel, vamos. Si hasta le contaste lo que te pasó con ella, solo lo sabíamos papá, mamá y yo.

— Lo sé, me arrepiento de eso. –La frustración se siente como un peso enorme en mi pecho–

— Definitivamente, el Gabriel de antes ha desaparecido. –Su tono ahora es serio–

— Lo sé, ya te he dicho que ese Gabriel ha muerto. –Mi voz es apenas un susurro, cargada de una tristeza que apenas comprendo–

A medida que caminamos, los ecos de la cafetería se desvanecen detrás de mí, pero la imagen de Katina y Alex, riendo juntos, persiste. Esa sonrisa en su rostro, tan natural, me recuerda lo que perdí. La carga del pasado sigue pesada sobre mis hombros, y el arrepentimiento de haber abierto mi corazón a Katina solo complica aún más las cosas.

— Solo quiero entender qué está pasando –Murmuro, más para mí que para Darío– No sé si estoy listo para esto.

Darío me mira con compasión, y aunque sé que quiere ayudar, la verdad es que me siento más perdido que nunca.

— Está bien sentirse así, hermano. Pero recuerda, no puedes esconderte para siempre.

Su consejo resuena en mi mente mientras seguimos caminando. La incertidumbre se cierne sobre mí, y el miedo a abrirme de nuevo me detiene en seco.

Tal vez, solo tal vez, pueda encontrar el camino para sanar. Pero no sé si estoy listo para enfrentar el dolor que eso conlleva.

Polos opuestos. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora