Gabriel
Chocamos contra el armario, y el golpe sordo resuena en la habitación. Mis manos se apoyan en la madera, sin dejar de besarla. La intensidad de ese momento es abrumadora, una mezcla de emociones que no puedo ni intentar comprender.
Finalmente, nos separamos, nuestras respiraciones entrelazadas, agitadas por la sorpresa y la adrenalina. La miro a los ojos, y por un instante, el mundo exterior se desvanece.
— Lo siento. –Susurro, rompiendo el silencio que pesa entre nosotros–
Ella baja la mirada, su expresión es una mezcla de confusión y algo más profundo.
— No pasa nada. –Murmura, su voz apenas audible–
Me separo de ella, el frío de la distancia regresa y ella comienza a caminar hacia la puerta.
— Perdóname de verdad, no sé por qué lo he hecho.
–Mis palabras se deslizan entre la tensión del aire–— No te disculpes, Gabriel. –Me mira una vez más antes de salir–
Cierra la puerta de la habitación, dejándome sumido en un silencio abrumador. Suspiro y me dejo caer sobre la cama, mis manos se deslizan hacia mi cabeza, intentando procesar lo que acaba de suceder.
— ¿Por qué lo he hecho? –Susurro al vacío, como si la respuesta pudiera flotar en el aire–
De repente, la puerta se abre de nuevo y aparece Darío, con una expresión de curiosidad que rápidamente se transforma en sorpresa. Se quita la camiseta con un gesto despreocupado, pero su mirada se enfoca en mí.
— No sé qué he hecho. –Confieso, sintiendo el peso de la culpa y la confusión–
— ¿Qué ha pasado? –Me pregunta, con un tono que mezcla preocupación y curiosidad–
— He besado a Katina. –Mi voz suena como una confesión, y la realidad de mis palabras me golpea–
Darío me mira y la sorpresa brilla en sus ojos.
— ¿Te ha pegado? –No puedo evitar sonreír ante la absurdidad de la idea–
— No, al contrario. Me correspondió, pero... no sé por qué lo hice. –La frustración se mezcla con la confusión–
— ¿Te gustó? –Me lanza la pregunta como un dardo, haciendo que mi mirada viaje hacia él de nuevo–
— Creo que sí. –Mi respuesta es casi un susurro, como si admitirlo me hiciera más vulnerable–
— Pues ya está, no le des más vueltas. –Encoge de hombros, como si la respuesta fuera tan sencilla como eso–
— No es tan fácil, Darío. –Respondo, sintiendo que la complejidad de lo que acaba de suceder me abruma–Es complicado.
Él se sienta en la cama a mi lado y su expresión se suaviza.
— Lo sé, pero a veces solo hay que dejarse llevar. –Me mira con complicidad– Si sientes algo por ella, ¿por qué no explorarlo?
— No quiero lastimarla. –Mi voz es firme, pero la duda me acecha–
— Gabriel, todos tenemos miedo de lastimarnos, pero eso no significa que debas cerrar la puerta a algo que podría ser bueno. –Su mirada es seria, y por un momento, veo la sabiduría en sus ojos–
— Tal vez tengas razón. –Susurro, sintiendo que un pequeño destello de esperanza comienza a formarse dentro de mí–
Darío sonríe, y por un momento, la tensión se disipa un poco. Sigo atrapado en mi confusión, pero la idea de dejarme llevar comienza a parecer un poco menos aterradora.
— Vamos, hermano. –Me dice, dándome una palmadita en la espalda– Deja que las cosas fluyan.
Asiento, aunque no estoy del todo seguro de cómo hacerlo. Pero en el fondo, sé que debo intentar abrir mi corazón, aunque el miedo aún se aferra a mí.
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Polos opuestos.
RomansaNo todo en la vida sucede como uno espera. Las historias de amor no siempre tienen un final feliz, y, para algunos, el amor ni siquiera parece real. Me llamo Katina, tengo 18 años, y soy una chica que siempre se ha considerado amable y de corazón rá...