Capítulo 23

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Katina

Paola me mira con una expresión divertida, aunque en su mirada hay también un brillo de indignación.

— Es una cabrona, ¿sabes? –Dice con firmeza–

— Lo sé, Paola. Es odiosa. –Suspiro–

Paola sonríe, pero sus ojos siguen serios.

— Lo que pasa es que te tiene envidia, Katina. Eso es todo.

La escucho y lo cierto es que tiene razón. Nos reímos suavemente, y de algún modo, eso me hace sentir más ligera.

— Puede ser. En fin... gracias. –Sonrío mientras subo a la cama–

— Buenas noches, Katina. –Me dice, desde abajo–

— Buenas noches. –Le respondo, asomándome para verla una última vez antes de cerrar los ojos y dejarme llevar por el sueño–

[ . . . ]

Unos golpes insistentes en la puerta me despiertan. Me doy la vuelta en la cama, intentando ignorarlos, pero es imposible.

— Joder... –Murmuro con voz somnolienta–

Me bajo de la litera y noto que Paola no está. Frunzo el ceño, aún medio dormida, mientras los golpes en la puerta continúan.

— ¡Voy, ya voy! –Resoplo–

Al abrir, me encuentro con Gabriel. Su sonrisa parece iluminar el pasillo y, sin darme cuenta, mi mal humor desaparece.

— Buenos días, Katina. –Dice con una sonrisa encantadora–

— No han sido muy buenos contigo tocando aquí durante media hora. –Bromeo, riéndome por lo bajo–

— Vale, perdona. –Se ríe también y entra a la habitación mientras froto mis ojos–

— ¿Ha pasado algo? –Le pregunto, todavía un poco adormilada–

— No, nada grave. –Se encoge de hombros– Han suspendido las clases hoy. Parece que varios profesores están en huelga, así que tenemos el día libre.

Asiento, todavía procesando sus palabras. Me siento en la cama de Paola, y él se sienta a mi lado, tan cerca que puedo sentir el calor de su brazo junto al mío.

— ¿Entonces qué haces aquí? –Pregunto, mirándolo con una mezcla de sorpresa y curiosidad–

Él se queda en silencio por un momento, mirándome como si tratara de encontrar las palabras exactas.

— Tenía ganas de verte. –Confiesa, con una voz suave–

Me quedo mirándolo, y siento cómo mi corazón empieza a latir más rápido. Mis pensamientos se detienen, y solo puedo sonreír, un poco incrédula de lo que acaba de decir.

— ¿Qué? –Pregunta él, notando mi expresión–

— Nada, es solo que... no me esperaba que dijeras algo así. –Admito, intentando disimular la sonrisa que insiste en aparecer en mi rostro–

— ¿De verdad? –Ríe suavemente, mirándome con una mezcla de diversión y ternura– Pensé que era obvio.

— Que quieras verme... no sé, aún me estoy acostumbrando a que me digas esas cosas. –Admito encogiéndome de hombros, sintiéndome de repente vulnerable al confesarlo–

Gabriel me observa con intensidad, y de pronto, su mano se eleva para acariciar mi rostro. Sus dedos rozan mi mejilla, y mi respiración se acelera. No sé qué va a pasar, pero me pierdo en la calidez de su mirada. Se inclina hacia mí, acercándose a mis labios, y no puedo evitar murmurar.

— Gabriel, no quiero ser un juguete...

— No lo eres, Katina. Créeme. –Responde en voz baja, sus palabras bañadas en sinceridad– Nunca lo serás.

Entonces, sus labios se posan sobre los míos, y el mundo se desvanece. Es un beso lento, lleno de una suavidad que me hace olvidar todo lo demás. Me dejo llevar, sin pensar en nada más que en este momento, en la forma en que mis labios se sincronizan con los suyos. Cuando nos separamos, siento que mis mejillas están ardiendo, pero él me mira y sonríe, como si él también se hubiera perdido en ese instante.

— No sé qué me está pasando contigo. –Confiesa sonriente–

Lo miro a los ojos, y siento que en su mirada hay algo nuevo, algo vulnerable y auténtico. Mi voz sale en un susurro, como si también estuviera confesando algo que no había querido admitir.

— Yo tampoco sé qué me está pasando contigo...

Gabriel me observa con una ternura que hace que me olvide del mundo. Levanta mi rostro con suavidad, deslizando un dedo debajo de mi barbilla para que lo mire directamente a los ojos.

— Tú... me has hecho sonreír de nuevo. –Susurra, con una intensidad que me desarma–

Sonrío, sin poder evitarlo, y bromeo para romper un poco el momento.

— Eso es porque soy especial. –Sonrío–

Él ríe, negando con la cabeza, y su sonrisa se convierte en algo más profundo, como si estuviera viendo algo en mí que ni yo misma puedo ver.

— Claro que eres especial. –Murmura, y hay un brillo sincero en sus ojos–

— ¿Tú crees? –Frunzo el ceño con suavidad–

— Sí, muy especia. –En su voz siento un toque de seriedad–

El silencio se instala entre nosotros, pero no es incómodo. Nos miramos, compartiendo algo que no necesita palabras. Sé que este momento significa algo, aunque no estoy segura de qué es.

Finalmente, él suspira, mirándome como si quisiera decir algo más, pero se detiene.

— Bueno, ya que tenemos el día libre... –Empieza a decir, sonriendo de nuevo, esta vez con un aire más relajado– ¿te gustaría hacer algo especial?

— Me encantaría. –Respondo sin dudar–

Este momento, este día libre... siento que es solo para nosotros, para descubrir juntos algo que apenas empieza a surgir entre ambos.

Polos opuestos. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora