Capítulo 20

26.5K 1.3K 26
                                    

Katina

Me despierto a las siete y media de la mañana, entrecierro los ojos y dejo que mi vista se ajuste a la luz suave de la habitación. Perfecto, aún es temprano; así puedo darme una ducha tranquila antes de que el bullicio matutino comience en los pasillos.

Cojo mi toalla y me dirijo al baño, aún adormilada. Al entrar, me topo con la chica rubia insoportable, que acaba de salir de la ducha. Me lanza una mirada de falsa amabilidad y extiende un bote hacia mí.

— Toma, para que te laves ese hermoso pelo.

— Gracias... supongo. –Murmuro, frunciendo el ceño pero aceptando el champú–

Entro en la ducha, cuelgo la toalla en la puerta, y dejo que el agua caliente empiece a relajarme. Aplico el champú en mi cabello y, cuando intento aclararlo, algo me escuece terriblemente en los ojos. La sensación es tan intensa que empiezo a restregarme la cara, intentando quitarme el ardor.

— ¡Mierda! –Gruño, el escozor aumentando a pesar de mis esfuerzos–

Intento abrir los ojos, pero el picor es insoportable. En medio de la incomodidad, alzo la voz.

— ¡Paola! ¡Por favor, alguien! –Grito, esperando que alguien me escuche–

Oigo unos pasos y una voz conocida responde desde fuera.

— ¿Katina? Soy yo, Gabriel.

— ¡Gabriel! Me arden los ojos... no puedo abrirlos.

Un segundo después, escucho la puerta abrirse y siento su presencia cerca. Mi corazón late más rápido, estoy segura de que no me ha visto en esta situación tan vulnerable... ¿o sí?

— Déjame ayudarte. –Dice en voz baja-

Noto sus manos en mi cabello, cuidadosamente apartando el champú que quedó sin aclarar. A pesar de la incomodidad, una parte de mí está más preocupada de que me haya visto sin ropa que del ardor en mis ojos.

— ¿Puedes abrir los ojos? –Me susurra, su voz suave y cercana–

Abro los ojos despacio, y veo que él está empapado, sus ojos fijos en los míos con preocupación. Trago saliva, intentando controlar la vergüenza. Sus ojos siguen fijos en los míos, y yo, intentando tapar mi cuerpo, bajo su mirada, sintiendo el rubor subir a mis mejillas.

— Gabriel... por favor dime que no has mirado... ya sabes, nada inapropiado.

Él sonríe, divertido, y niega con la cabeza.

— Tranquila. He estado mirando tu rostro todo el tiempo, nada más.

Respiro aliviada y me esfuerzo en sonreír.

— Gracias.

Él toma mi toalla y me la pasa con delicadeza. Enrollo la toalla alrededor de mí, cubriéndome y sintiendo una mezcla de alivio y nervios. Ambos salimos de la ducha, y Gabriel se mira en el espejo, observando su reflejo empapado.

— Me preocupan tus ojos. –Dice con seriedad. Se acerca a mí y me acaricia el rostro, sus dedos pasando suavemente por mi piel–

Me acompaña hasta mi habitación, donde me dice que en unos minutos volverá para llevarme a la enfermería, por si necesito algo para el ardor. Me cambio de ropa rápidamente y, apenas estoy lista, escucho la puerta. Es él. Caminamos juntos en silencio hacia la enfermería, y al llegar, me siento en la camilla.

Gabriel se queda frente a mí y su mirada permanece atenta mientras examina mis ojos.

— ¿Te duele mucho? –Pregunta, su tono lleno de preocupación–

— Ya no tanto, gracias a ti.

En ese momento entra la enfermera, y tras examinarme, me dice que debo aplicarme unas gotas para aliviar el escozor. Asiento y agradezco, y salimos en silencio de la enfermería. Mientras caminamos, siento la necesidad de hablar sobre lo sucedido.

— Ese champú... me lo dio esa chica rubia insoportable. Creo que me lo dio a propósito. Es una imbécil. –Suspiro–

Gabriel suspira y se detiene un segundo. Se inclina y besa mi frente con una ternura inesperada.

— Ya está. No te preocupes, yo me encargo de hablar con ella.

Nos despedimos, y mientras camino de regreso a mi habitación, la pregunta me ronda la cabeza. ¿Qué va a hacer Gabriel ahora?

Gabriel

Vuelvo a buscar a esa chica, Carla, y la encuentro de inmediato. Parece casi sorprendida de verme, aunque trato de controlar mi expresión.

— Deja en paz a Katina. –Le digo, sin rodeos–

— Pero, Gabriel, yo no hice nada. –Responde con voz inocente, sus ojos buscando manipularme–

La ignoro y me giro sobre mi propio eje para marcharme. Toco a la puerta de la habitación de Katina. Cuando ella abre, respiro aliviado y entro, cerrando la puerta tras de mí.

— ¿Te pusiste las gotas? –Pregunto intentando distraerme de la rabia que aún siento–

— Sí. –Asiente, mirándome con una sonrisa pequeña. Nos sentamos en la cama, y ella estudia mi expresión–

— ¿Qué le has dicho? –Frunce el ceño, notando mi incomodidad–

— Nada. –Me encojo de hombros, intentando restarle importancia–

Katina suspira y me observa con una mezcla de ternura y confusión.

— ¿Por qué tan protector?

— No quiero que te hagan daño, Katina. –Respondo con honestidad, sintiendo el peso de mis palabras–

Ella sonríe, y algo en su mirada me hace sentir que todo estará bien.

— No me harán daño, Gabriel, créeme. –Su voz tiene una firmeza que me da paz–

Nos quedamos en silencio, y cuando levanto la vista, veo que me observa con curiosidad. Desvío la mirada, sintiendo que mi interior es un torbellino.

— ¿Ocurre algo? –Aunque quiero negarlo, una parte de mí se siente aliviada de que ella note mi lucha interna–

— No... –Susurro– solo quiero olvidar, eso es todo.

Ella suspira y pasa una mano por mi cabello, acariciándolo de forma casi instintiva. Es un gesto simple, pero me reconforta de una manera que no puedo explicar.

— Te entiendo, Gabriel. A veces todos necesitamos olvidar algo.

Nos quedamos así, en silencio, dejándonos llevar por esa paz compartida que no necesita de palabras.

Polos opuestos. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora