Katina
Río y le lanzo un cojín a Paola, quien lo atrapa mientras ambas reímos a carcajadas.
— ¡Anda, ven! –Dice, haciéndome señas para que baje de la litera– Tengo chismes que contarte.
Me deslizo de la cama de arriba y me siento en la cama de abajo junto a ella.
— ¿Te acuerdas de la chica envidiosa? La rubia teñida que te lanzó esa mirada de odio mortal en clase. –Dice, entornando los ojos como si imitara a la susodicha–
— ¿Cómo olvidarla? –Respondo, rodando los ojos–
— Bueno, esa es Carla, la chica más envidiosa de todo el internado. Lleva siglos intentando llamar la atención de los gemelos Ferrer. Pero Gabriel y Darío pasan completamente de ella.
— Es penoso. –Comento, esbozando una sonrisa incrédula– La intensidad no es atractiva, ¿sabes?
Paola asiente, cruzando las piernas y poniéndose cómoda mientras me cuenta un poco más sobre Carla y sus intentos fallidos de encantar a los hermanos. Finalmente, me levanto y tomo mi cepillo de dientes.
— Vamos a lavarnos los dientes antes de que se haga más tarde.
Salimos de la habitación con nuestros pijamas y caminamos en dirección a los baños. Los pasillos están más tranquilos a esta hora, pero al girar en la esquina, veo que Gabriel y Darío están allí. Carla está también, insistiendo en llamar su atención, aunque ellos se ven más interesados en despacharla que en escucharla.
Pasamos cerca, y apenas hacemos ruido, pero Carla parece notarlo de inmediato. La escucho resoplar y murmurar en voz baja, lo suficiente como para que todos los que están cerca la escuchemos.
— Esta chica lo único que hace es provocar... –Dice en tono desdeñoso–
Me detengo, sin evitar arquear una ceja. ¿De verdad es tan inmadura? Estoy a punto de decir algo cuando Darío interviene, lanzando un comentario que me toma por sorpresa.
— Al menos tiene algo que enseñar, no como tú, Carla. –Replica, con una sonrisa que mezcla travesura y malicia–
Carla enmudece, lanzándome una mirada fulminante. Antes de que pueda reaccionar, Darío se me acerca y, de forma inesperada, me da un beso en la mejilla.
— Buenas noches, Katina. –Dice suavemente, como si fuera un secreto compartido–
— Buenas noches. –Le contesto, aún con la sonrisa en el rostro–
La reacción de Carla es inmediata; su rostro se tiñe de un tono de frustración contenida, y yo apenas puedo contener una risa. Le doy un leve asentimiento a Darío en señal de agradecimiento y continúo hacia el baño junto a Paola.
Gabriel
Desde donde estoy, veo la escena completa. Carla aún sigue ahí, boquiabierta, viendo cómo Darío deja a Katina con esa sonrisa despreocupada que siempre usa para provocarla. Siempre sabe cómo irritarla. Suspiro y niego con la cabeza.
— ¿Es que no tienes nada mejor que hacer que picarla? –Le digo a Darío cuando Katina y Paola desaparecen detrás de la puerta del baño–
— Vamos, Gabriel, sabes que es divertido. Además, Katina me cae bien. Ella no se toma en serio todas estas tonterías de Carla. –Responde con un encogimiento de hombros, como si fuera obvio–
Lo observo por un momento, sin saber si estoy más sorprendido por la actitud de Katina o por el efecto que ella tiene en mi hermano. Darío suele ser amable, pero no se le da demasiado bien vincularse con la gente. Y, sin embargo, con Katina, es diferente.
— ¿Entonces, qué opinas de ella? –Me pregunta, sacándome de mis pensamientos–
— Es... diferente –Admito, aunque intento mantener mi tono neutral–
— Diferente para ti es un gran cumplido. No la espantes con tu frialdad. –Ríe–
Ruedo los ojos y le doy un golpe en el hombro, pero en el fondo sé que algo en lo que ha dicho tiene razón.
Katina
Una vez en el baño, Paola y yo comenzamos a cepillarnos los dientes. La encuentro mirándome de reojo, con una sonrisa que delata sus pensamientos.
— ¡Ya dilo! –Le digo, conteniendo la risa mientras enjuago el cepillo–
— ¿Decir qué? ¡Si ni siquiera he dicho nada!
–Responde, haciéndose la inocente–— Te conozco desde hace poco, pero ya sé que tienes algo en mente. Anda, suéltalo.
Paola suelta una risa y finalmente me mira.
— Darío está claro que tiene un interés por ti. Es un chico muy relajado, pero rara vez se acerca a alguien de esa forma.
— Oh, vamos, solo fue un beso en la mejilla y un comentario para molestar a Carla. –Le digo, aunque me cuesta reprimir una sonrisa–
— No seas ingenua. ¿No has visto las miradas que te lanza? –Insiste Paola, sacudiendo la cabeza– Y Gabriel... no sé, siento que a su modo, también está intrigado.
Me quedo en silencio por un segundo, recordando la forma en que Gabriel me miró antes en el pasillo, su mirada profunda y misteriosa.
— Gabriel parece alguien reservado, complicado. Y Darío... bueno, es como el sol y la luna. –Admito, reflexionando en voz alta–
Paola asiente con entusiasmo, como si yo acabara de decir algo que ella ya sabía.
— Esos dos son iguales, pero a la vez totalmente opuestos. Con Gabriel nunca sabes qué esperar, pero Darío es un libro abierto.
Nos reímos mientras salimos del baño y regresamos a nuestra habitación. Nos metemos en nuestras camas, y antes de apagar la luz, Paola me mira con una sonrisa cómplice.
— Buenas noches, Katina. Y sueña con gemelos, o al menos con uno de ellos. –Bromea–
— ¡Buenas noches! –Me carcajeo– Dormiré tan profundamente que no tendré espacio para sueños románticos.
Paola se ríe y cierra los ojos, mientras yo me acomodo bajo las sábanas y suspiro, mirando al techo. Algo me dice que los días en este internado serán cualquier cosa menos aburrido.
Gabriel
En mi cuarto, intento concentrarme en cualquier cosa menos en el eco de las palabras de Darío: No la espantes con tu frialdad. Por alguna razón, me molesta más de lo que debería. Cierro los ojos, intentando ordenar mis pensamientos, mientras Darío ya duerme profundamente.
Me pregunto si realmente Katina tendrá algo diferente, algo que... me haga bajar la guardia.
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Polos opuestos.
RomanceNo todo en la vida sucede como uno espera. Las historias de amor no siempre tienen un final feliz, y, para algunos, el amor ni siquiera parece real. Me llamo Katina, tengo 18 años, y soy una chica que siempre se ha considerado amable y de corazón rá...