Gabriel
A Katina le dan el alta, y mientras caminamos juntos hacia el coche, la miro de reojo, intentando descifrar en su rostro alguna señal de lo que pasó. Aún tengo el miedo metido en el cuerpo, pero me esfuerzo por mantener la calma.
— ¿Estás segura de que no recuerdas nada? –Le pregunto, intentando que mi tono suene casual, aunque por dentro arde la curiosidad y la preocupación–
Ella sacude la cabeza, mirando al frente.
— No, todo es muy confuso. Solo recuerdo que todo se volvió blanco, y entonces... vi a Zaida. –Responde con una mezcla de sorpresa y serenidad–
Me detengo de golpe, mirándola a los ojos con incredulidad.
— ¿Zaida? ¿En serio? ¿Qué te dijo? –Mo voz sale en un susurro, como si temiera que las palabras fueran a desvanecerse–
Katina me mira con una sonrisa suave y sus ojos brillan con calidez.
— Me dijo que estamos hechos el uno para el otro. –No puedo evitar sentir una mezcla de alivio y alegría que me invade por completo– Que nuestro amor lo puede todo.
La abrazo con fuerza, sintiendo su fragilidad y al mismo tiempo su fortaleza, algo que siempre he admirado en ella.
— Deseo ya mismo que seas la señorita Ferrer. –Le murmuro al oído, dejando que mis labios rocen su mejilla–
Ella ríe suavemente y me besa con ternura.
— Yo también lo deseo, créeme. –Susurra, y el amor en su voz hace que me olvide de todo lo demás, como si sólo existiéramos ella y yo en este momento–
Al llegar a casa, encontramos a Darío en la cocina, ocupado con la comida. Se da la vuelta y su rostro se ilumina al vernos entrar juntos.
— ¡Reina! –Exclama, soltando una cuchara de madera y acercándose para abrazarla con cariño–
— ¡Rey! –Responde ella, riendo mientras lo abraza de vuelta–
Darío la observa con atención, examinando su rostro como si quisiera asegurarse de que realmente está bien.
— ¿Cómo te sientes? –Le pregunta, aún con la preocupación en los ojos–
— Mejor, mucho mejor.
Miro a Darío y sonrío, recordando lo que le conté en la llamada.
— Dice que no recuerda nada de lo que pasó, ni siquiera el momento en que dejó de respirar. Solo recuerda... haber visto a Zaida. –Le explico, todavía maravillado por lo que nos acaba de contar–
Darío levanta las cejas, claramente sorprendido.
— ¿De verdad?
Katina asiente con una sonrisa.
— Sí. –Se toma un momento, como si reviviera el recuerdo– Cuando estaba en esa especie de sueño, Zaida me habló. Me dijo que Gabriel y yo estábamos hechos el uno para el otro, que no dejáramos que nada ni nadie nos separara. Qué habíamos pasado por momentos muy difíciles pero siempre los hemos superado porque nuestro amor es muy fuerte. Su presencia fue tan... reconfortante.
Darío suspira y niega con la cabeza, con una mezcla de incredulidad y alivio.
— Fue un gran susto, Katina. Cuando Gabriel me llamó... me dijo que no respirabas, y sentí que el suelo se me movía. –Admite, bajando la voz– No sabes lo que fue para nosotros. Moviéndote, tratando de hacerte reaccionar mientras la ayuda venía en camino, y tú simplemente... nada.
Katina observa a Darío y luego a mí, sus ojos se empañan ligeramente.
— Lo siento mucho. No puedo imaginar lo que habéis sentido. –Murmura, tocando su pecho como si intentara hacer tangible su dolor por habernos preocupado–
Me acerco y la tomo de la mano, mirándola a los ojos con la sinceridad de alguien que ha tocado el miedo más profundo.
— Katina... te amo, más de lo que creí que podía amar a alguien. –Le confieso en un tono bajo, casi susurrando, mientras mis dedos acarician su mano–
Ella se acerca un poco más a mí y apoya su cabeza en mi hombro.
— Yo también, Gabriel. Te amo más que a nada en este mundo. –Responde en voz baja, con una seguridad que me hace sentir más fuerte, como si todos los miedos y dudas se disiparan en ese instante–
La abrazo, rodeándola con mis brazos y cerrando los ojos. En mi interior, solo tengo un deseo: que de una buena vez esté segura, que no le pase nada más. Es una plegaria silenciosa, algo que no podría decir en voz alta, pero que se convierte en la promesa de protegerla siempre.
Nos quedamos así, en silencio, mientras Darío termina de preparar la comida, dándonos espacio. Esta noche, siento que hemos vuelto a casa en el sentido más profundo, y nada podría hacerme más feliz.
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Polos opuestos.
RomanceNo todo en la vida sucede como uno espera. Las historias de amor no siempre tienen un final feliz, y, para algunos, el amor ni siquiera parece real. Me llamo Katina, tengo 18 años, y soy una chica que siempre se ha considerado amable y de corazón rá...