Capítulo 50

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Katina

Han pasado dos meses, y la fecha de la boda se acerca. Los nervios y la emoción se mezclan, pero todo ha marchado bien. Mis padres se emocionaron tanto ante la noticia que no paraban de llorar de la felicidad. Me dijeron que harían todo lo posible para estar presentes el día de la boda. Incluso Darío, que hace tiempo parecía tan enfocado solo en sus proyectos, ha dado un paso adelante en su vida amorosa y ahora tiene pareja. Se llama Sara y he llegado a llevarme muy bien con ella.

Bajo las escaleras y lo encuentro en la cocina, preparándose un desayuno rápido. Me acerco sigilosamente y le doy un beso en la mejilla, haciéndole sonreír.

— Buenos días bella dama. –Me muestra una sonrisa divertida–

— Buenos días bello señor. –Respondo con la misma chispa–

Darío suelta una carcajada y niega repetidas veces con su cabeza.

— ¿Has dormido bien? –Me pregunta, echando un vistazo a la cafetera–

— Sí, ¿y tú? –Lo observo, con una mirada de curiosidad–

Gabriel

Me termino de secar  y envuelvo la toalla en mi cintura, disfrutando del fresco después de la ducha. Estoy en mi habitación, repasando mentalmente las cosas que aún quedan por organizar para la boda. Escucho un ruido y la puerta se abre. Me doy la vuelta, esperando ver a Katina, pero me sorprendo al encontrarme a Sara en la puerta, mirándome con una sonrisa extraña.

— Sara, ¿qué haces aquí? –Frunzo el ceño–

Ella ladea la cabeza y da un paso más hacia mí.

— ¿No puedo venir a verte? –Susurra, con una mirada que me incomoda–

— Por favor, sal de mi habitación. –Mi tono de voz es firme, y espero que entienda–

Katina

Voy subiendo las escaleras, cuando noto algo extraño: veo a Sara salir de la habitación de Gabriel, con una expresión de satisfacción y una sonrisa en el rostro que me resulta inquietante. Sin pensarlo, me acerco rápidamente, y, antes de que pueda reaccionar, la agarro de su camisa, tirando de esta con firmeza, arrebatándole un grito de sorpresa.

La puerta de la habitación de Gabriel se abre, y él nos mira boquiabierto. Empiezo a bajar las escaleras arrastrándola conmigo, mientras Darío, que está en la cocina, se vuelve hacia nosotros con una expresión de asombro.

— Como te vuelvas a acercar a él, te mato. ¿Entiendes? –Le digo con voz firme y mirada dura. Siento mi corazón latir rápido, pero no puedo tolerar que alguien intente acercarse a Gabriel de esa manera–

Darío

Observo la escena con una mezcla de incredulidad y tristeza. Miro a Katina, y luego fijo mis ojos en Sara, que parece en shock.

— ¿Qué está pasando Sara? –Le pregunto, tratando de entender la situación. Mis ojos buscan alguna explicación en su rostro, pero su expresión me desilusiona–

Gabriel se coloca junto a mí, suspira y me da una palmadita en el hombro. Está claro que está igual de sorprendido.

— Se metió en mi habitación e intentó lanzarse encima de mí. –Añade mi hermano con franqueza–

Katina da un paso hacia ella, y por un momento pienso que podría reaccionar peor, pero Gabriel la toma de los hombros y la calma.

Sara intenta hablar, pero noto cómo se encoge, como si su confianza se hubiera desvanecido.

— Mi amor, yo... –Empieza a decir, intentando excusarse–

Siento una mezcla de ira y tristeza al escucharla. Mi voz sale entrecortada.

— Recoge tus cosas y vete. –Trago en seco. No quiero hacer una escena, pero no puedo permitir esto–

— Déjame explicarte... –Intenta insistir, pero niego con la cabeza, cerrándome a cualquier excusa–

— ¿Qué vas a explicarme? –Pregunto con voz rota, mirando al suelo y luego subiendo la mirada hacia ella, con una mezcla de decepción y dolor–  ¿Cómo intentaste besar a mi hermano? Recoge tus cosas y vete.

Ella no insiste más. Nos mira por última vez y sube las escaleras, con su rostro enrojecido.

Gabriel

Doy un paso hacia Darío, sintiendo una tristeza profunda por él. Coloco una mano en su hombro, y veo cómo sus ojos están ligeramente enrojecidos. No se merece algo así, él siempre ha sido tan generoso, tan sincero en sus sentimientos.

— No te merece, Darío. –Aprieto suavemente su hombro– Mereces a alguien que valore lo increíble que eres.

Nos abrazamos en silencio, y siento la tensión en sus hombros, como si el peso de la traición estuviera comenzando a desvanecerse en su abrazo. Al soltarme, veo cómo Katina se acerca y envuelve a Darío en un abrazo también.

— Lo siento mucho. –Su voz está llena de compasión y solidaridad–

Darío se limpia una lágrima y la abraza de vuelta, aunque sonríe, resignado.

— No te preocupes. Estoy bien. –Murmura, tratando de convencerse a sí mismo–

Katina

Finalmente, cuando Sara se marcha, cierro la puerta de la habitación y dejo escapar un suspiro pesado. Gabriel me observa y comienza a reír suavemente.

— ¿Encima te ríes? No es gracioso, Gabriel. –Le apunto con el dedo índice–

Él me sonríe y se acerca, mirándome con esa expresión traviesa que me encanta.

— Me encanta cuando te pones así, ¿sabes? –Susurra, y siento el calor en mis mejillas–

Se inclina hacia mí, y sus labios encuentran los míos en un beso lento y reconfortante, que hace que toda la tensión desaparezca. Me sonríe, y no puedo evitar mirarlo con el corazón latiendo desenfrenado.

— Te amo. –Acaricia suavemente mi rostro–

— Y yo a ti. –Susurro con una sonrisa–

Suspiro, y dejo caer mi cabeza sobre su pecho, escuchando su respiración tranquila y sintiendo la paz que siempre encuentro en él.

— Me siento mal por Darío. –Admito en voz baja, compartiendo mis pensamientos– Se merece alguien que lo haga feliz, alguien que le devuelva todo el cariño que da.

Él asiente y me abraza con fuerza.

— Lo sé, y lo encontrará, Katina. Tiene un gran corazón, y sé que tarde o temprano encontrará a alguien que valore eso.

Asiento en silencio, confiando en sus palabras, y en mi corazón deseo lo mismo. Que Darío encuentre alguien que lo haga tan feliz como yo soy junto a Gabriel.

Polos opuestos. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora